Chilango

El baile de San Juan

Por Josue Corro

El cine nacional no puede vivir de buenas intenciones. Mucho
menos, tomar como pretexto un evento como el ya decadente Bicentenario para presentar
películas de dudosa calidad. La coyuntura es pasajera, así como el patriotismo
conformista que nubla la vista, y alaba estas cintas que tienen como marco principal
nuestra historia nacional. Pero lo que más tristeza da con una cinta como El
baile de San Juan
es que en teoría, en el papel y en la producción, pintaba
para ser una película que podía romper paradigmas
y convertirse en un hito para
la filmografía del país -nunca se había retratado de tal forma y con tal
presupuesto el Virreinato en el cine-.

Sin embargo,  las ideas a priori, se derrumban frente al guión descompuesto
del director Francisc Athié, que si bien puede decir que estudió y leyó una decena de
libros sobre la época Colonial, -lo cual no está en tela de juicio, al
contrario su veracidad histórica es implecable- la trama y los personajes son
desangelados y a los pocos minutos de haber iniciado el film, pierde la forma y
el fondo: no sabes qué estás viendo, si la historia entre dos amantes, la
Inquisición, el Virrey… parece que aglutinó un puñado de personajes de distintas
castas y concibió una historia forzada donde nunca te interesas por las
personas que ves en la pantalla.

La sinopsis resumida: un actor de teatro (José María de
Tavira) descubre que es mestizo, ataca al hombre que lo delata y después se
vuelve loco. Es cuidado por su madre indígena y luego llevado frente a la
Inquisición. Su "novia" está embarazada, pero le ha traído vergüenza a su
familia. El Virrey y su esposa tiene problemas de alcoba, pero también hay un
odio de la Iglesia hacia San Agustín porque ha provocado ritos "paganos" y… etcétera.
Claro que hay crítica y similitud entre la diferencia de clases de aquel México
con el de hoy en día; y sí, también conocemos pasajes desconocidos como la
influencia africana en la cultura
, el poder del Santo Oficio en la Nueva España
y la vida de aristócrata; pero sin un sentido argumental se vuelven
irrelevantes.

Al
parecer, todo el equipo del film centró su atención en los detalles visuales,
en el diseño y en la producción exquisita de vestuarios y locaciones del siglo
XVIII.
Los vestidos son esplendorosos, el lenguaje está basado en obras de
teatro del Siglo de Oro, y hasta los muebles parecen tener el sello que dice "Hecho
en la Nueva España". Es cierto, es algo que nunca habíamos visto, y es impresionante
(en su medida claro está, se nota la imagen muy manipulada por computadora) ver
el Zócalo, la Catedral y el Centro Histórico como las describió Humboldt. Pero
insistimos, si la historia no tiene catarsis, ni tampoco giros en la trama, es
como ver un episodio en Discovery Channel sobre el Virreinato.