Por Alejandro Alemán

A quince años de haber

filmado una de las películas más populares del cine mexicano contemporáneo

El Callejón de los Milagros, 1995- Jorge Fons finalmente regresa a

la dirección de largometrajes teniendo como marco los festejos por

el bicentenario de la Independencia y el centenario la Revolución mexicana.

De nueva cuenta, Fons

hace mancuerna con el escritor y periodista Vicente Leñero para adaptar

al cine el texto original de Álvaro Uribe -"Expediente del atentado"-

que narra un hecho poco conocido de la historia nacional: el atentado

que sufrió el presidente Porfirio Díaz el 16 de septiembre de 1897

a manos de Arnulfo Arroyo, un estudiante de derecho que una noche anterior

apostó cometer la increíble hazaña.

El tema por si sólo

sonaba fascinante y hacía suponer que un cineasta del prestigio de

Jorge Fons entregaría una pieza a la altura de su propia historia.

Desafortunadamente, El atentado, es una cinta bastante fallida, sobre

todo en su guión, y que hace incluso pensar que fue realizada un poco

a las prisas, tal vez para cumplir el compromiso de estrenar cercano

al 15 de septiembre.

Fons hace un simil

interesante entre el teatro de carpa (único foro donde se podían decir

ciertas verdades sobre el régimen porfirista) y la propia historia

que va contando. Sus escenografías por momentos parecen reales, y por

momentos emulan a un escenario teatral. El diseño en todo caso resulta

impecable.

Las actuaciones son

competentes, pero no atrapan, resulta incluso extraño ver a un Giménez

Cacho, usualmente interesante en casi cualquier papel, monocromático

en su interpretación del poeta Federico Gamboa. La excepción es, curiosamente,

el trabajo de José María Yazpik interpretando a un Arnulfo Arroyo

que resulta el personaje más interesante y mejor trabajado de la cinta,

aunque el guión no le dé mucho juego.

Y es que, hay que decirlo,

no es el mejor momento para Vicente Leñero, quien en su oficio como

guionista (o "adaptador de cine" como el mismo se refiere) no da

una desde El Crimen del Padre Amaro (2002).

La cinta se pierde

en la insistente crítica al sistema y en sus intentos por hacer conexiones

con el régimen actual, pero acierta en algo: su retrato de la alta

sociedad porfirista, siempre respetuosa del General Díaz y de su autoridad,

horrorizada con la idea de que algo le sucediera a "El General".