Por: Juan Carlos Zamudio @juanchulfo

Dragon Ball es mucho más que una serie animada, es todo un fenómeno. Gokú, Vegeta, Krilin y compañía son personajes que marcaron a más de una generación. Al grado que cuando veíamos la serie en televisión nos hacía enojar, morir de suspenso, y, por supuesto, clavarnos en la trama hasta el punto de llegar a desear sersaiyajin.

Ahora después de más de una década de ausencia, Dragon Ball regresó mejor que nunca a contarnos una historia que, a pesar de que realmente no sorprende, cumple son la función de revivir nuestro fanatismo hacia la saga. Cuando por fin escuchamos las voces de Mario Castañeda, Rebe García y Carlos Segundo, la emoción invadió nuestros cuerpos. Debemos reconocer que estos actores son impecables en su trabajo.

La historia se sitúa tiempo después de la batalla contra Majin Boo. Gokú se encuentra en un gran momento de fortaleza. Pero el dios de la destrucción despierta tras un largo sueño para otorgar equilibrio al público: el destruye para que los demás dioses creadores hagan lo propio. Pero, a pesar de que estamosa costumbrados a peleas épicas en esta ocasión la comedia juega un papel importante.

En fin, Bills es el nombre del villano que, a diferncia del resto es un dios genuino que hace que cualquier otro rival de Gokú parezca un ser indefenso. Pero Bills es un personaje más complejo, no es un simple villano, es un dios que cumple con su tedioso trabajo y cuando se entera de que Gokú es uno de los guerreros más poderosos de la historia, se emociona por conocerlo. Para esto, irrumpe en la fiesta de cumpleaños de Bulma, pasa algunas horas disfrutando el festejo y hasta después inicia la pelea.

En fin, Dragon Ball Z: La batlla de los dioses es una película bien hecha, con una animación buena, personajes definidos y un ritmo bastante inteligente. Lo mismo capturará a los viejos fanáticos de la serie, como a los nuevos curiosos que se acerquen a ver la pellícula. La cinta ha tenido una gran respuesta en Japón, lo cual nos hace imaginar que Dragon Ball está de regreso. ¿Será?