Por Carlos Arias

Un hombre anónimo es víctima de un robo y se convierte en un “vigilante” que acecha en la ciudad para cobrar venganza contra delincuentes de poca monta. Con este argumento, mil veces visto, llega Diente pordiente (México 2011), el debut en largometraje de Miguel Bonilla.

El protagonista es Pablo Kramsky (Alfonso Borbolla), un reportero en un periódico amarillista capitalino, quien una noche al regresar del trabajo encuentra que su departamento fue robado por desconocidos.

Un compañero de trabajo le vende una pistola para protegerse y a partir de allíKramsky cambia su vida solitaria y mediocre para terminar convertido en un “vigilante”, mientras que él mismo narra sus hazañas como exclusivas en el periódico, con lo que se convierte en una celebridad.

Se trata de uno de los últimos trabajos cinematográficos del actor Carlos Cobos, quien interpreta a un policía judicial llamado Sergio Corona (“como el actor”, explica el personaje), mientras que lo acompañan un excelente reparto que incluye a una divertida Vanesa Ciangherotti.

Muchas veces un mal guión se salva con la sabiduría de los actores, aunque en esta ocasión el problema es que la historia es tan previsible y el relato tan lento que es poco lo que el elenco puede sacar a flote. Salvo algunos momentos de humor, la película no parece haberse decidido a ser una comedia, ni un retrato sobre la violencia urbana, ni mucho menos una reflexión sobre la “justicia por mano propia”.

Con todo, el director escapa dela tentación de las “tarantinadas”, a pesar de la música y del estilo con el que se presentan los créditos, y opta por un estilo cotidiano que funda su efectividad en mostrar la mediocridad de los delitos y de los mismos personajes, en un México DF gris y cotidiano.