A su aparente consolidación como industria, el cine mexicano añade una producción constante desde hace cinco años. En junio de 2012, veíamos que la producción nacional nomás no tenía conexión con el público. Sin embargo, 2013 concluyó como un año de éxitos para nuestra cinematografía. Y no hablamos de premios, que los hubo y a lo grande, sino de la buena reacción que tuvo el público ante las películas. Dos estrenos llevaron al cine a más de 22 millones de mexicanos, ¿será síntoma de que el cine mexicano al fin se está recuperando?

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El crepúsculo de rojos encendidos atiza la imagen de la ciudad perdida que se ve debajo. Y también la de los tenis que, como ocurre en barrios populares que van de Nezahualcóyotl, en Estado de México, a La Boca, en Argentina, cuelgan de los cables por donde circula la energía eléctrica. Pero hay un elemento más: una pistola Beretta que a su vez cuelga de los tenis y la leyenda “el infierno no conoce furia como la de un criminal traicionado”. Este cartel circuló por todas partes durante los primeros días de abril de 2012 promocionando el lanzamiento de una película mexicana.

En medio de una aparente bonanza del cine nacional, Días de graciaestrenó el 13 de abril de ese año con 200 copias cuando el promedio de las películas mexicanas aún no alcanza ni la mitad de eso. Dos semanas después, su presencia en la cartelera era prácticamente inexistente: acaso uno o dos horarios de media tarde en unas cuantas salas. La propuesta estética de la película, un thriller policial sobre secuestros y corruptelas, era atrayente: tres formatos de película distintos para cada uno de los tres periodos que aborda, una linealidad deconstruida, tres bandas sonoras firmadas por gente de la talla del japonés Shigeru Umebayashi o del australiano Nick Cave.

Pero algo no funcionó. Aunque el drama es el género más abordado por el cine mexicano, no es el más visto. Acaparó 13 % de los casi 14 millones de espectadores que vieron cine nacional en 2011; incrementó a 32% de los 10.9 millones de 2012; en 2013, ni siquiera alcanzó 10% de los 30.6 millones de espectadores que vieron películas mexicanas.

Parece que no hay una correspondencia entre lo que se hace y lo que se quiere ver. La comedia, en cambio, ha vuelto a poner al cine mexicano en el gusto del público: entre marzo y septiembre de 2013 dos películas de este género acapararon poco más de 70% de los asistentes a cine nacional, y ambas se convirtieron, sucesivamente, en la cinta mexicana más vista de todos los tiempos. Durante 11 años, ninguna le había podido quitar la corona a El crimen del padre Amaro (Carlos Carrera; México-España-Francia-Argentina), que en 2002 había puesto la vara en 5,201,000 espectadores.

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