Chilango

Cyrus

Por Josue Corro

Cuidado,
ten mucho cuidado, si piensas ir al cine a ver esta película… trata de sentarte
lo más cerca de la salida, porque seguramente el 95% de los espectadores tendrá
ganas de liberar su frustración con violencia destructiva. Como campesinos con
picos y antorchas a punto de linchar a Frankenstein.

Y tendrán
toda la razón para hacerlo, porque Cyrus es un engaño de publicidad. A lo largo
de estas últimas dos semanas he visto espectaculares, pósters y anuncios en la
televisión donde intentan presentar a esta obra (a través de un malintencionado
trabajo de Photoshop o una edición malora del trailer) como si fuera una
comedia baratona, de impulsos lascivos y gags de flatulencias o albur. Si por
ellos fuera -los encargados de mercadotecnia- esta película se debió llamar Me
quiero tirar a tu mamá y qué…

Así que le
advierto a todos aquellos que compren su boleto de cine esperando ver una
"película de risas"… que van a morir en el intento; porque Cyrus es
completamente lo opuesto, es un dramedy psicológico, donde la comedia (muy
negra) sólo sirve para ocultar la tristeza y las patologías de los tres
protagonistas.

El primero
es :John (John C. Reilly) un editor divoriciado desde hace siete años, que no
puede superar el hecho de que su ex esposa (C. Keener) está  a punto de casarse. Una noche, la acompaña a
una fiesta donde ella lo alienta a que hablé con mujeres. Su depresión, estado
etílico y apatía alejan a todas las damas a las que se acerca. Excepto a una… Molly
(Marisa Tomei, perfecta, sexy y tierna, como siempre), quien encuentra en  John,  algo mucho más oculto y atractivo que el resto
de las personas: una honestidad mezclada con sentido del humor. Después de
intercambiar frases, cantar y bailar, él dice lo que todos estamos pensando:
«¿Por qué alguien como tú, habla conmigo…es decir… parezco Shrek». Justamente
esta "relación" parece eso, un cuento de hadas o algo aún más bochornoso: como
una salida fácil para elaborar un guión bajo ese cliché de parejas de
mujer-sexy-hombre-feo.

No es así.

Los
guionistas/directores, Mark y Jay Duplass son precursores de un género del cine
indie americano, llamado Mumblecore.
Una especie de Dogma 95, pero realizado con mejor calidad artística y menos
pretencioso.
Cyrus es su primer trabajo con un presupuesto significativo, pero
afortunadamente, ellos no se salen de su estilo narrativo y por eso el film es
tan crudo, humano y sincero. La razón por la cual Molly se acuesta con John es
porque tiene dos secretos, el primero es que tiene un corazón demasiado grande,
una bondad  que sobrepasa la atracción
física y la vuelve una persona exagerdamente noble; y el segundo es el
resultado de este optimismo sentimental: su hijo Cyrus, (Jonah Hill) un hombre
de 21 años al que sigue tratando como un bebé. Al principio, creemos que este
niño-adulto es maduro y acepta a John calurosamente -como si tuviera el "don"
de su madre- pero poco a poco nos damos cuenta que Cyrus odia a John y
utilizará todas las artimañas y chantajes para alejarlo de su casa, de su vida,
y de la relación codependiente con Molly. Él no posee un complejo edípico, su
problema va más allá de un cariño enfermizo hacia su madre, lo que realmente le
molesta es que John se ve reflejado en él: dos personas que evitan ahogarse en
la tormenta, gracias a que están sujetas a la misma mujer.

 Los Duplass
exploran las psique los personajes sin entorpecer la historia, tampoco tratan
de representar situaciones inverosímiles, para lograr unas cuantas carcajadas;
no, lo que a ellos les preocupa son las consecuencias de las decisiones los
protagonistas y sus reacciones viscerales, dentro de una historia de amor,
redención y culpa. Su mayor logro como cineastas es permanecer fiel a un estilo
lúgubre que dista mucho de la imagen del póster o la idea que todos tenemos del
film, porque no es una comedia convencional, es un retrato sobre personas
hundidas en soledad y sus intentos -cómicos, a veces- por ser felices.