Chilango

Cefalopodo

Por Alejandro Alemán

Es por cintas como Cefalópodo que el término "Cine de Arte", no hace sino alejar a la gente de los cines.

Rubén
Imaz -director de ésta cinta- pertenece a una nueva generación de
cineastas que, siguiendo el ejemplo de Carlos Reygadas, apuestan por un
cine pausado, contemplativo…, un cine lento que suele ser catalogado
como "de arte" o "de festival".

Pero
que una cinta sea lenta no es sinónimo de que sea mala. Se trata de
cine que exige mucho de su audiencia, cierto, pero que -cuando se usa
con propósito y de manera correcta- usualmente consigue transmitir una
emoción que no sería posible expresar con palabras, edición frenética
o, incluso, efectos especiales.

Un buen ejemplo de ello es justamente el cine de Reygadas y su Luz Silenciosa (2007),
quien a ritmo lento y pausado logra involucrarnos y convencernos del
profundo drama de su protagonista que se debate entre dos amores.

El ejemplo contrario de cómo el cine lento no siempre funciona es justamente la filmografía de Imaz. Su ópera prima, Familia Tortuga (2006) gustó
mucho a las vacas sagradas de la crítica cinematográfica en este país,
pero no fue capaz de llenar una sola sala; ¿la razón?, Familia Tortuga
es una cinta lenta y aburrida, muy aburrida.

Imaz
ahora regresa con Cefalópodo, película donde de nueva cuenta hace uso
de la narrativa parsimoniosa. Aunque reconozco que en este caso no
dormité (como si me sucedió, dos veces, con Familia Tortuga),
Cefalópodo no puede escapar al hecho de que es una película
terriblemente aburrida.

Sebastián
(Unax Ugalde) viene de visita desde el país Vasco a la Ciudad de México
para encontrarse con su primo, pero no se trata de un viaje de turista
o de simplemente visitar a la familia; resulta que la novia de
Sebastián ha muerto, la nostalgia lo invade y viene buscando una forma
de sanar su tristeza. A su novia le gustaban los cefalópodos y es por
ello que irá a Sonora, donde el mar y el desierto se unen, para
encontrar algún calamar gigantesco.

Siendo
honestos, Cefalópodo es efectiva en transmitir el sentimiento de
desazón, abandono, melancolía y nostalgia de su personaje principal.
Pero la monotonía, los diálogos parcos, la inactividad perenne de la
película hacen que lo poco bien logrado por Imaz se vaya directito al
caño, mientras nosotros nos encaminamos el mundo de los sueños… o la
salida del cine

Esta
debería ser una llamada de atención para Imaz: o encuentra una forma de
contarnos una historia sin dormirnos, o más valdría que se encuentre
otro estilo… o piense en dedicarse a otra cosa.

Sólo hay algo peor que una película mala: una película aburrida. Cefalópodo es de esas.