Por Ira Franco

Una escena en la que Woody Allen (Murray) convence a John Turturro (Fioravante) de que es el candidato ideal para rentarse como gigoló para la pareja Sharon Stone/Sofía Vergara, pareciera una mala película de Woody, ¿cierto?, pues falso: Turturro escribe y dirige, pero las preocupaciones, los chistes y hasta los insólitos enredos son un pastiche de las peores películas de Allen. Lo extraño es que, a pesar del argumento bobo, odiar a Turturro en Aprendiz de gigoló (2013) es imposible.

Las situaciones cómicas pueden llegar a la exquisita farsa estridente −un Allen de casi 80 años convertido en proxeneta de ocasión, buscando nombres como “Dan Bongo” para su nueva profesión, por ejemplo−, y un elenco de actores que parecen divertirse como nunca, lo hacen más fácil para todos. La suavidad con que se maneja el tema del amor, del sexo y la intimidad en la edad madura es la mejor carta de Turturro, quien dirige sobrio, sin muchas pretensiones.

Aunque es difícil imaginar un universo en el que Stone y Vergara necesiten pagar por sexo (ambas lucen estupendas), Aprendiz de gigoló tiene algunos chistes afortunados y es una delicia ver la química de Turturro con Allen en pantalla, quien, por cierto, se roba cada escena en la que aparece. Quizá lo menos interesante sea la trama secundaria en la que aparece la ex de Johnny Depp, Vanessa Paradis, una joven viuda judía con seis niños a quien Murray tratará de convencer de que necesita una “terapia física”.

La visión de un Nueva York con humor de vodevil es, de alguna manera, refrescante, y Turturro no tiene empacho en hacer evidente su elegía al maestro Allen, de quien retoma sobre todo el timing para la comedia de enredos. Esta cinta te hará salir de extraño buen humor.