Por Josue Corro

Los mejores héroes ―de cómic o de carne y hueso― no son

aquellos que nacen con poderes sobrenaturales o que se transforman en

justicieros por accidente… Los que se quedan en nuestra memoria son

aquellos que se ganan el título a través de su humanidad.

Y no quiero decir que el Capitán América sea el mejor ejemplo

(sería absurdo poner en segundo plano la importancia del “súper suero”, una

sustancia que lo transforma en… bueno, en el personaje que da nombre al cómic y

al film); sin embargo, es la empatía que genera Stever Rogers la que logra que

esta cinta sea una de las mejores obras de súper héroes desde El caballero

de la noche.Hay una evolución en los personajes ―tanto principales como

secundarios― que se ven afectados por las circunstancias que lo rodean. A

diferencia de Thor, X-Men, o Linterna verde (todas de 2011), aquí puedes

observar una curva de aprendizaje y cómo el pasado antagónico del protagonista es el primer enganche para estructurar un guión sólido y, por decirlo de alguna

forma, eh… “realista”. Aunque, claro, está plagado de clichés y no hay

precisamente algo novedoso… Pero ya llegaremos a eso; primero vamos con lo

importante: la historia de Steve Rogers.

Rogers es un joven enclenque, bajito de estatura y peso, que

sueña con luchar por su país en la II Guerra Mundial; una noche durante una

feria trata de ingresar una vez más al Ejército, pero es rechazado. Pero, ¡oh

sopresa!, su fervor y entusiasmo es detectado por Abraham Erskin, un médico alemán que

ahora trabaja para Estados Unidos. Él personalmente lo enlista en la Armada

porque ve en el flaco de Steve un coraje excepcional o, mejor dicho, un conjunto de características

primordiales para servir como “conejillo de indias” en su nuevo experimento:

el “Suero de Súper Soldado”.

Total… Después de que se transforma en el hazmerreír de su

campo de entrenamiento, un día Rogers se gana la confianza de sus compañeros,

su superior (Tommy Lee Jones) y una bella agente británica (la espectacular y

hermosa Hayley Atwell), cuando los protege de una granada. Esta acción da luz verde para

la inyección del ya mencionado “suero”. El argumento es tan trillado, como válido:

“La gente no se enferma de poder, si tiene un buen corazón”, comenta Erskin. En resumen rápido: Rogers deja de ser un hombre

con cuerpo de chihuaheño y se convierte en un musculoso soldado quien, con un escudo

indestructible, se vuelve el arma secreta de los Estados Unidos para luchar

contra Red Skull.

¿Red Skull? ¿No el enemigo era Hitler? Pues en esta realidad

alterna, no… Verás, Red Skull (Hugo Weaving) era el líder de HYDRA, la división Nazi de

investigación paranormal. Este hombre, cuyo ego era tan grande que se cree un dios, es la mayor amenaza para el mundo, pues ha encontrado una fuente de

energía que podría aniquilar la humanidad… hasta que llega Estados

Unidos y salva al planeta.

Ven, ¿pudieron detectar los clichés en esta breve sinopsis?

Rogers es un Peter Parker de los años 40, la trama de historia alterna donde el

US Army es el vencendor parece un capitulo más de Bastardos sin gloria, y el

embrollo sobrenatural de los Nazis es una modificación a las tramas de Los

cazadores del Arca Perdido o Hellboy. Pero –aquí viene lo interesante del film– todos estos homenajes (por llamarlos así) pasan a segundo plano porque lo que

se ve en la pantalla es mucho más memorable y detallado.

El director Joe Johnston (artista y diseñador consentido de Spielberg y Lucas) demostró que tiene un

oficio tanto en sentidos técnicos como humanos para elaborar un buen estreno

veraniego. A nivel visual, Capitán América es una joya: la fotografía, el

diseño de arte y el vestuario son un manjar que parece salir de las trincheras

del Frente Europeo…

Todos los detalles técnicos son tractivos (hablando del tema, la canción del film “Star Spangled Man” podría

cosechar varios premios, es un homenaje a las obras compuestas para motivar al

Ejército y reclutar nuevos soldados). Su única gran falla son las secuencias

de acción entre el Capitán y su Némesis; o mejor dicho en cualquier batalla del

protagonista contra las huestes alemanas. A cada una de estas secuencias les

falta un sentido de peligro que nos invite a preocuparnos por él: su

semi-inmortalidad llega a ser pedantemente aburrida.

Por otra parte, a nivel “humano”, Johnston logra que

olvidemos que Evans alguna vez fue “La Antorcha Humana” en Los Cuatro Fantásticos,

al plagar a este actor de simpatía y credibilidad. Los personajes secundarios,

sobre todo Hugo Weaving y Dominic Cooper como el Sr. “Don

Inventor” Stark (sí, el papá de Iron Man), demuestran que incluso en películas

de este género el tono de voz y los gestos aún pueden ser apreciados por un público

que sólo va en busca de efectos especiales y explosiones.

Al final, la balanza se inclinará por los buenos detalles y

una historia balanceada… Y lo mejor de la cinta es que es una mera antesala

para The Avengers. Ergo, los rumores son ciertos, debes quedarte hasta el final

de los créditos para ver una pequeña sopresa.