Por Jaime @_azrad

Basada en la novela homónima de Guy de Maupassant, Bel Ami es la dispersa y desenfocada versión de esta obra de 1885.

El ascenso de un oportunista en la alta sociedad parisina del siglo XIX es abordado en esta codirección entre Declan Donnellan y Nick Ormerod con el pecado más grande de las adaptaciones: el matiz de los personajes se desvanece en sus cortos 102 minutos que intentan concentrar la esencia de la obra literaria, en vez de transformarla.

La narrativa en cine es diferente a la que utiliza la literatura y por ende el reto de las adaptaciones está en construir un discurso que se extienda a nivel visual e interpretativo de la obra original, en vez de lo que parece ser el objetivo principal de la cinta: limitarse a representar lo que ya está escrito.

Bel Ami no es la primera en contar esta historia en formato de cine: en 1939 y 1949 se produjo dos cintas sobre el relato, Bel Ami y The private affairs of Bel Ami respectivamente; también existe una versión pornográfica de los setenta que corresponde a los suecos y una adaptación televisiva de Francia y Bélgica. Ninguna resalta por su calidad ni narrativa, pero algunas sí opacan a esta versión.

El elenco es un tanto extraño, pero parece funcionar. La combinación del galán de las adolescentes Robert Pattinson con la tarantinesca Uma Thurman y la emblemática Kristin Scott Thomas se escucha bastante fumada, pero aún con la estética extraña de Christina Ricci a la moda del siglo XIX, los actores logran aceptables interpretaciones (unos más, otros menos) de los personajes de Maupassant.

De nuevo, los personajes se diluyen en el proceso de adaptación y por esto es que incluso las actuaciones más convincentes nos dejarían con ganas de algo más sustancioso. La verosimilitud se pierde entre el papel y la cinta y a los sucesos se les escapan sus propósitos.

En fin, de esta película vale la pena lo que siempre resalta en los filmes de época: el diseño de set y vestuario. Aunque algunas veces se siente demasiado, el impacto visual de la cinta siempre es agradable y evoca esos recuerdos inexistentes que tenemos sobre el París elegante y rebuscado de aquel entonces.

Es como si el set estuviera en espera una historia digna de tanto trabajo, pero no.