Por Carlos Arias

Un cantante folk estadounidense intenta sin éxito revivir sus mejores tiempos, en una aventura melanćolica que nos lleva a un recorrido por el Greenich Village, el barrio hipster de Manhattan en 1961, con las manos en los bolsillos de los jeans y con una guitarra colgando del hombro. Como en la portada de un disco de Dylan.

Se trata de Inside Llewyn Davis (2013), traducida en México como Balada de un Hombre Común, y basta decir que es una película de Joel y Ethan Coen para saber que estamos ante un producto fuera de lo común.

Esta vez el dúo de directores realiza una película madura, con una dosis menor del humor alocado y surrealista de otras de sus cintas y con más desarrollo de personajes y un tono melancólico.

Se trata de una recreación de la era de la música folk estadounidense, a fines de los años 50 y principios de los 60, poco antes de que el género cayera devorado por el rock y las guitarras eléctricas.

Es la época pre-Dylan, de los cantantes con guitarras acústicas de segunda mano, con suéters cuello de tortuga que cantaban canciones políticas con vocecitas gangosas.

Por supuesto, el fantasma de un adolescente Bob Dylan sobrevuela en toda la película, junto con alguna de sus canciones y hasta él mismo, como un personaje que aparecerá en algún momento fugaz.

El papel de Llewyn Davis está a cargo del cantante guatemalteco Oscar Isacc, quien se revela como actor y con la interpretación de “Dink’s Song”, llamada también “If I had wings”, una pieza tradicional del género folk que ha conocido versiones de diversos músicos a lo largo de un siglo.

El personaje de Llewyn Davis es un antecedente ficticio de Dylan, un hijo de la clase obrera convertido en cantante folk, cuyo talento nadie cuestiona, pero quien no consigue sobrevivir con sus canciones y menos aun recuperar el éxito que una vez alcanzó, a causa de sus propios errores, sus arranques de furia o sus pequeñas ruindades personales.

La tragedia de Llewyn es que posee un talento genuino y una honestidad musical que lo diferencian de los demás cantantes de su generación, sólo que nadie más que él parece reconocerlo.

El escenario es el club Gaslight en Nueva York, un bar que en la vida real fue el epicentro de ese movimiento musical, el lugar desde el cual Dylan saltó a la fama y donde se reunían los hispters de la época y los gurús de la generación beat.

A lo largo de su filmografía, los Coen han jugado con los géneros y con muchas de las convenciones del cine de Hollywood, sin embargo esta vez estamos ante un registro un poco menos alocado que sus cintas más populares.

Por supuesto no faltan los toques de humor absurdo con personajes desesperados, pero Balada de un Hombre Común es una película más madura, que se instala en un registro melancólico y reflexivo. La película muestra juegos narrativos que hacen que la historia se convierta en un perpetuo deja vú que vuelve sobre sus propios pasos, como una espiral que se repite, pero este recurso es utilizado con sutileza. El interés de la cinta está centrado en sus personajes, en ese mundo interior que se anuncia desde el título.

Ah, no es mala idea empezar a escuchar la banda sonora antes de ir a ver la película. El homenaje a la era del folk está servido y hay que contar con que a Oscar Isaac le tocará interpretar un número musical en la noche de los Óscares.