La tradición del siglo XIX resultó una tontería estratégica: uniformes brillantes y maravillosos que magnificaban el honor… pero estorbaban para matar.

Tal era la importancia de su status modista que, alguna vez que Napoleón fue atacado por las fuerzas imperiales rusas, éste alverlas hambrientas y mal vestidas las secuestró, las alimentó y las regresó a San Petesburgo con flamantes uniformes franceses. El insulto fue tomado como una humillación inusitada.

En la actualidad, las ropas de noche brillan para llamar la atención, plumajes urbanos.Las muchachas se quieren reproducir, llaman a un muchacho que debe verse sobrio y elegante por las repercusiones cuasi-biológicas que implica el diseño de su ropa: tiene dinero, es un tipo higiénico, atentoconsigo mismo, se cuida.