Un Madison Square Garden abarrotado, durante los años 90, es el escenario donde inicia The Get Down. Vemos a un rapero consagrado haciendo sonar poderosas rimas sobre su propio pasado.

Como Nas —no es coincidencia que es productor de la serie—, 2Pac o Biggie Smalls, el protagonista de The Get Down, Ezekiel Figuero, encarnado por Justice Smith y Daveed Diggs, expone a través de su trabajo artístico conflictos sociales y personales que experimentó al crecer en las calles neoyorquinas.

Pobreza, segregación racial y crimen eran cuestiones ordinarias en el Bronx de los años 70, por ende son parte integral de la música de Figuero, originario de esa zona de Nueva York.

Sin embargo, la primera temporada dejó en claro que el tono general de The Get Down no se iba a limitar a la dureza del asfalto. La intención de los creadores, Baz Luhrmann y Stephen Adly Guirgis, nunca fue acercarse al realismo social, como, por ejemplo, sí lo hizo David Simon en The Wire y Treme, series con más de un tema en común.

The Get Down también pone atención en el júbilo de la música disco y el amor adolescente, incluso se da tiempo para explorar los orígenes del hip hop como si fuese una aventura llena de momentos mágicos.

Los sueños de los personajes centrales, Ezekiel, huérfano con un talento para la poesía que lo podría llevar a una prestigiosa universidad, y Mylene, jovencita de origen puertorriqueño que quiere ser una estrella de la música disco, contrastan con su realidad, aunque su travesía parecía alejarlos del gueto al final de la primera temporada.

Situada en 1978, durante el pleno apogeo de John Travolta y Fiebre de sábado por la noche (Saturday Night Fever), la segunda parte de The Get Down traza los conflictos a explorar desde su primer capítulo.

Ezekiel y la dura decisión entre escoger Yale, donde visiblemente se sentirá fuera de lugar, o permanecer en el barrio fiel a sus amigos y al hip hop; Mylene siendo una estrella emergente sin lograr desprenderse de su opresivo padre, el pastor Ramón, interpretado por Giancarlo Esposito, y el grupo de Ezekiel, los Get Down Brothers, afectados por la creciente relación de su mentor (DJ Shaolin Fantastic) con el mundo del narcotráfico.

Por medio de cinco episodios, The Get Down crece como espectáculo y deleite musical, una vez que Mylene logra grabar otro sencillo exitoso y los Get Down Brothers se convierten en la banda de un nuevo club apadrinado por Fat Annie y su peligroso hijo Cadillac.

En cuestión de estilo, la extravagancia continúa, con una combinación de hechos reales —i.e. el arribo al poder del alcalde Ed Koch— y hasta secuencias animadas, las cuales no sólo reafirman el tono heroico en torno a los padres del hip hop, Grandmaster Flash y DJ Kool Herc, quienes son presentados como si fuesen maestros míticos, sino que hacen literal lo caricaturesco.

Al mismo tiempo, la segunda parte de The Get Down es más contundente a la hora de aterrizar en la realidad. El camino al éxito de los enamorados Ezekiel y Mylene siempre va de la mano con su intento por encontrarse a ellos mismos y liberarse de su entorno.

En ese sentido, la joven enfrentará un choque entre las necesidades de sus familiares, de la industria discográfica y de ella misma; mientras que Ezekiel verá cómo la cultura del hip hop, que también abarca el grafiti, parece no poder desprenderse del crimen —varios de sus amigos tienen un desenlace sorpresivamente desolador— y aún no es respetada ni rentable, aunque la aparición del tema “Rapper’s Delight” pronto cambiará esto.

Entonces entendemos que para la tentativa tercera parte, su contexto ya no será el Bronx, sin embargo es obvio que jamás podrán olvidar lo que vivieron ahí.