Era una noche de principios de abril cuando varios niños acosaban y pateaban a Capitán, un perro de pelaje color miel que vivía en la Unidad Habitacional Genaro Estrada. El can, por lo general apacible, lanzó un mordisco por instinto contra quienes lo estaban agrediendo. La mordida alcanzó la cabeza de Fátima, una niña de seis años quien se encontraba entre el grupo de menores que se divertían lastimando al perro. Entonces empezó el vía crucis del animal.

El 7 de abril la policía se lo llevó al antirrábico a petición de Verónica Canales, la madre de la niña, quien afirmaba que su hija requirió más de 60 puntos de sutura en la cabeza, además de atención médica y psicológica para superar el incidente. Ya en el Centro de Control Canino y Fauna nociva de Iztapalapa, el perro esperaba la muerte, como le ocurre anualmente a casi cinco mil animales, en su mayoría perros y gatos, que son encontrados en las calles de nuestro país.

Pero Capitán contaba con una carta que otros animales no poseían: el apoyo y el cariño de la familia humana que había hecho en la Colonia Jacarandas. Varios vecinos salieron en su defensa, asegurando ser testigos de la agresión y relataron que los niños le torcieron la cola al animal e incluso lo patearon hasta que, por instinto, lanzó al aire una dentellada. La madre no estaba en el área de juegos de la unidad cuando esto pasó: se encontraba ensu casa y su hija jugaba sin supervisión adulta.

Los vecinos se preocuparon por ambas partes. De la misma forma que mostraron solidaridad con el perro agredido, también ofrecieron ayuda económica para la atención médica de Fátima. Para ellos era claro que había sido un incidente desafortunado y ni el perro ni la niña podrían ser culpados en su totalidad. Sin embargo, la madre no aceptó la ayuda y solicitó de manera enérgica que el animal fuera sacrificado.

El amparo imposible

Desesperados ante el inminente sacrificio del can, los vecinos se organizaron. El perro los acompañaba a la escuela, a correr, al trabajo y era momento de devolverle el favor. Contactaron a la asociación Gente Por la Defensa Animal (GEPDA) quienes de inmediato se movilizaron para evitar la muerte de Capitán. Si las versiones de los vecinos eran ciertas, Capitán merecía probar su inocencia y una segunda oportunidad.

Cuando GEPDA comenzó a difundir el caso, varios abogados se acercaron para darle seguimiento. Al no haber una paga de por medio, la defensa de Capitán parecía inviable. Fue la abogada Enriqueta Garrido la que decidió llevar el proceso jurídico sin ninguna remuneración económica. Para ella era claro que Capitán sólo se había defendido y agotaría los recursos a su alcance para evitar que fuese sacrificado.

“Como abogada tuve que echar mano de todo lo que tenía a la mano. Fue una combinación de muchos elementos que permitieron suspender temporalmente su muerte. Lo primero era ampararlo para evitar que lo sacrificaran mientras revisaban el caso y decidían si lo liberaban o era culpable. Es como cuando a una persona la tienen en arraigo mientras se lleva su proceso”.

Para sorpresa de todos, la solicitud de amparo procedió. Era la primera vez que un animal recibía un beneficio de este tipo y de inmediato el caso hizo eco en los medios y redes sociales. La cuenta de Twitter de GEPDA comenzó a recibir fotos de mascotas con el HT #CapitánDebeVivir y pronto el tema se volvió viral.

Sandy Celis fue incluso más allá: a través de la plataforma change.org inició una recaudación en línea de firmas para salvar la vida de Lucio, o Solovino, como también conocían los vecinos a su cuadrúpedo amigo. La petición, redactada en español e inglés, iba dirigida al Centro de Control Canino de Iztapalapa y al Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera. La respuesta fue abrumadora. Hasta hoy, 27 de mayo, había 24, 316 firmas digitales de las 25, 000 solicitadas.

¡Lo lograste, Capitán!

88357Un perro feliz

Un perro feliz (Pável M. Gaona)

Hoy fue un día feliz. Al Centro de Control Canino, además de la abogada Enriqueta Garrido acudieron también Mónica Pineda, Presidenta de GEPDA y varios de los vecinos que desde el principio se movilizaron para que Capitán evitara la sentencia de muerte. El resultado era favorable. En un folder traían el dictamen del Juez Federal que exoneraba a Capitán de su culpa y cedía a GEPDA la custodia temporal del can.

A la pregunta “¿Qué sigue ahora para Capitán?”,Mónica Pineda respondió: lo vamos a tener en resguardo temporal mientras se rehabilita. Un animal que toda su vida ha estado acostumbrado a estar en libertad, al pasar tanto tiempo en una jaula puede presentar algunas atrofias físicas. Además es un proceso muy estresante. Cuando determinemos que se encuentra en condiciones óptimas, que se haya checado el tema de sus vacunas y su esterilización, entonces lo daremos en adopción. Nos han llegado decenas de solicitudes, no sólo del DF sino también de otros estados y hasta de Los Ángeles. Evaluaremos cuál es el mejor hogar para Capitán, pues es un perro que merece ser muy feliz”.

Al preguntársele a los vecinos presentes que si estaban conscientes de que ya no lo verían pues sería dado en adopción, dijeron entre risas: “pero claro que lo vamos a ver. Vamos a poner como condición que nos dejen verlo, queremos hacerle visitas. Nosotros también somos su familia”.

Finalmente, Capitán pasó por la puerta del Centro de Control Canino de Iztapalapa. Varios carteles con leyendas como “¡Lo lograste, Capitán!, “¡Ganó la justicia!” y “Capitán Libre” lo estaban esperando a su salida. Él, manso, fiel, pero sobre todo feliz, lamía las manos de aquellos que salieron en su defensa y evitaron su muerte. “Hace falta mucha mayor educación respecto a la vida en general.

No es que la vida de un perro sea más importante que la de un humano, pero mientras no haya conciencia de que todos merecemos respeto, no podremos avanzar como sociedad”, finalizó Mónica Pineda, quien hoy vio retribuido su trabajo como incansable defensora de los derechos de los animales.

¿Ustedes ya conocían del caso de Capitán?

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