Académicos de la UNAM presentaron al Bing del Bada Bing, al mismísimo Beakman ante un público de entre 2 mil 500 y 3 mil personas que comenzaron a llegar e hicieron fila –todos con boleto en mano– pasado el medio día en la explanada de Universum, Museo de las Ciencias.

“¡La UNAM se enorgullece en presentar por primera vez en México a Beakman en vivo!”, dijo el director del Instituto de Física Manuel Torres. Y después lo que todos esperaban: apareció, con los años encima, el “científico” de pelos parados que inspiró a toda una generación durante los años noventa a no temerle a la ciencia.

Primero habló en inglés, se presentó y saludó, después hizo gran alharaca para presentar a Juan Carralero, quien solía doblar las retransmisiones del show en Canal Once. El mismo Juan –quien guarda un irónico parecido con “Lester la Rata”, el siempre fiel e ingenuo patiño de Beakman– fue el encargado de hacer la traducción simultánea del show.

Fue un espectáculo sencillo y, hasta cierto punto, un poco simple para las expectativas que había creado durante las últimas semanas. No obstante, sus demostraciones de principios científicos como la presión del aire, el principio de Bernulli, el centro de gravedad y el sonido, arrancaron sonrisas y porras –algunos Goyas– a los presentes, entre ellos niños, jóvenes, estudiantes universitarios y varias madres de familia.

Incluso, Beakman se dio el lujo de invitar a gente al escenario para que sirvieran como sus ayudantes y demostrar lo que durante varios años enseñó en la televisión: que la ciencia puede ser divertida y accesible.

Después de 40 minutos de un show sin interrupciones, se despidió mientras aventaba las hojas de un rollo de papel de baño con un compresor de aire para explicar las diferencias de presión que hacen posible que los aviones vuelen.

El encore

Cual rockstar, después de un breve descanso de cinco minutos, regresó al escenario, pero esta vez ya no como Beakman, sino que se presentó como Paul Zaloom. Incluso, vestía diferente –pantalón y camiseta verde olivo y una gorra negra–. Agradeció a quienes fueron a verlo, les tomó fotografías –por eso de que en su casa no le creen que sea famoso en México– y presentó un pequeño diaporama titulado Fruits of Zaloom en el que narraba un poco de su vida, mostraba fotos de su infancia; de cuando era pequeño y sentía que era el quinto Beatle mientras jugaba con una guitarra de cartón; de sus años de universidad cuando usaba el cabello largo y una desaliñada barba.

Además, presentó un poco de sus trabajos como titiritero, ventrílocuo y una puesta en escena de títeres, una versión del Infierno de Dante que forma parte de la colección de arte moderno del Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMa, por sus siglas en inglés).

“La gente me hace siempre dos preguntas: si soy científico y si mi cabello es verdadero. La respuesta a la pregunta es que no. ‘Soy calvo, solía tener cabello pero abandonó la ciudad’ –dijo mientras se quitaba la gorra y mostraba su cabeza rapada–. Sobre lo primero, no. No soy científico, pero sí soy un entusiasta de la ciencia”, dijo, lo que logró una ovación del público que lo escuchaba atento.

Después habló del show, cómo se pudo transmitir debido a la existencia de una ley en los Estados Unidos que obliga a las televisoras a que realicen televisión educativa para poder conservar la concesión –algo que no nos caería mal acá–; de sus asistentes, Phoebe, Liza y la otra chica de la que nadie recuerda su nombre pero nosotros sí, se llama Josie; de su amistad con Mark Ritts, quien personificaba a Lester la rata y murió de cáncer hace tres años.

Después, y como antesala de su despedida, mostró un pequeño video de bloopers del programa y sostuvo que algo que le llena de satisfacción sobre Beakman es que la gente se acerque y le diga que gracias a él se convirtieron en científicos. “De escuchar eso nunca me voy a cansar”, dijo.

Y cual rockstar, dijo “gracias, gracias, México. Los amo, gracias”, y se esfumó del escenario.

Nosotros también te vamos a extrañar Beakman (Paul Zaloom).