Resulta difícil explicar el resurgimiento por el que atraviesa la colonia Juárez. Sus calles oscuras y solitarias (ahora en obras, de esas que hay tantas en la ciudad y que se antojan infinitas) parecen desafiar su condición de fancy. O mejor aún, quizás ha conseguido lo impensable: ponerse de moda sin abandonar su espíritu.

Hace un par de años, uno de los primeros en apostar por la zona fue la Trattoria Isabella, un restaurante italiano que ofrece platillos clásicos y pizzas en horno de leña.

Tras hacerse de una clientela que los visita asiduamente para comer sus deliciosos ravioles, decidieron seguir la tendencia de los bares semiocultos: abrieron el suyo en la parte trasera y en él pasan muchas cosas afortunadas.

Una de ellas es el esmero del bartender, Isaac Martínez, en la preparación de sus cocteles insignia. Al Gibson –con cebollas tatemadas y encurtidas en especias con vinagre de arroz– lo acompaña un plato de queso fontina para maridar, mientras que al Isabella, inspirado en el old fashioned, le añade licor de frutos secos, miel de maple y un toque de azafrán.

Su selección de vinos italianos es toda una celebración: tienen oportos, jereces, espumosos, de la Toscana, Brunello, de La Valpolicella y, prácticamente, una etiqueta de sus 21 regiones vinícolas. Y aunque no cuentan con un dj ni un interiorismo a cargo de un especialista, sus sillones caseros y una playlist relajada, dan muy buen ambiente.

Este speakeasy opera como club privado de martes a sábado (la membresía anual es de 2,500 pesos), pero los jueves está abierto al público.