Mantenerse como una pequeña joya oculta a sólo unos pasos de la avenida más transitada de la Roma tiene mérito doble: debe tratarse de un lugar suficientemente bueno sin dejar de lado su espíritu de culto. Romelia cumple a cabalidad con ambas cosas.

Con mesas de madera, paredes con ladrillos expuestos y una iluminación que raya en la penumbra, este bar presume de una amplia carta de vinos chilenos, argentinos, mexicanos y españoles, casi todos disponibles por copa. Te recomendamos el Montes Alpha Cabernet Sauvignon, el Mariatinto o algún Rutini.

A lo largo de la semana, Romelia ofrece ambientes atinadamente cambiantes: los martes tienen catas de mezcal (200 pesos, incluye las botanas para el maridaje) presentadas por Cornelio, un reconocido distribuidor que trabaja con productores oaxaqueños. Los miércoles hay cata de vino y una sorpresa musical; te puede tocar un show de tango. Los jueves son de fiesta en serio, con DJ, ritmos funk y el lugar repleto. El ánimo de los viernes lo definieron los propios comensales, que lo eligieron como el día para ir a comer y echar romance.

La comida es rústica, servida en porciones generosas. Hay tapas, montaditos y pinxos. La ensalada de portobello con frutos secos es muy rica y para quienes buscan algo más sustancioso, su hamburguesa de cordero con cebolla caramelizada, arúgula y jitomate asado es de las más apreciadas. Pregunta siempre por las especialidades del chef que no están en el menú y cambian cada 15 días, te puedes encontrar muy buenas sorpresas.