Todos llevamos un bohemio dentro, sólo es cuestión de darle un micrófono y ponerlo a cantar. La entrada de La Cantada Bar parece la cadena de un antro polanqueño, pero, en realidad, detrás de la fachada decorada con grandes letras enmarcadas en luz neón hay un karaoke. Una vez que tienes lugar en las mesas o gabinetes acojinados, la carta de bebidas llega al mismo tiempo que el cancionero con más de 35 mil opciones para escoger.

La Cantada Bar es frecuentado por treintañeros y uno que otro cincuentón, provocadores de un ríspido duelo entre las letras desgarradoras de Jenni Rivera o Alejandra Guzmán y los versos clásicos de Neil Young; la buena noticia es que no solo esos géneros dominan el gran sonido que encierra el lugar, pues buscándole encuentras hits más alternativos, como el indie rock de Arctic Monkeys o el pop de Capital Cities y Adele.

Esto convierte la noche en un recital de diferentes géneros que, si decides no entrarle al canto, de todas maneras te la vas a pasar bien con la selección de tracks.

A su pequeño escenario se sube de todo: el afinado, la que se cree corista, el intento de soprano o tenor; lo único que necesitas para cantar es tener ganas y valor o la ayuda de un par de copitas. Procura ir comido porque sus botanas se limitan a platos de aceitunas, tabla de quesos, nachos y chapatas, pero no siempre hay ni aparecen en la carta.

Tienen la coctelería tradicional, aunque la margarita la sirven en una martinera escarchada con miguelito y tiene textura espumosa sin llegar a ser frappé. La piña colada me pareció mejor, con una mezcla equilibrada de crema de coco y ron. También ofrecen whisky, tequila, brandy y cognac por copeo; cerveza nacional, solo a veces.

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