Buenísima mezcalería. Nada pretenciosa. Un lugar para el encuentro y la degustación. Ya cumplió nueve años y ésta fue la primera sucursal.

¿Un espacio alternativo donde lo único que se sirve es una bebida híper tradicional?

El lugar está lleno, de hecho es posible que tengas que esperar un poquito, pero vale la pena. La carta esta buenísima! Es un pedazo de cartón con el detalle de todos los mezcales. Para comer hay tamales rojos, verdes, o de mole, éste último es muy sabroso, suave y recién preparado, con trocitos de pollo y el sabor inconfundible del cacao y el chile; también hay burritos y quesos de botanita.

La decoración del lugar combina la simpleza de cualquier bar o cantina de pueblo (el horario escrito en la pared, macetas viejas con plantas de maguey) con el kitsch de unos muñecos de la guerra de las galaxias o una vitrola setentera. Para empezar un caballito de Cedrón. Te recomendarán acompañarlo con una chela. Acepta: la combinación es buena porque la cerveza refresca y prepara el paladar para cada sorbo de mezcal. Además te traen unas rodajas de naranja. Dale un mordisco a la fruta y luego prueba el cedrón. ¡Todo México va en ese trago!

Prueba varios, son económicos. Ten cuidado: si te excedes, el muñequito de Han Solo te hablara en zapoteco y si crees que eso es bizarro, espera a oír tu respuesta en mixteco. ¡Ya estamos en clima! Empieza con los licores. El de zarzamora es exquisito, fresco, nada empalagoso. El de almendra, ligero y dulzón, si se te antoja un postre (que no hay) este es el elegido. Y cuando piensas que la noche terminó o que todo fue un hermoso sueño se te aparece un Frozen de Tamarindo, refrescante, con fuerte sabor amaderado. Al final, querido amigo, te irás como equilibrista, si es que no optas por rentarte una silla y quedarte a vivir.

Dress code: Cómo gustes ir vestido.

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