Pareciera que este sitio tan cautivador de tamaño discreto hubiera sido puesto intencionalmente en la frontera de la Condesa y la Escandón, ahí donde termina la cadena de boutiques y comienza el vecindario. Un punto ciego que no pretende estar en la zona central para conservar ese sentimiento bohemio y acogedor.

Recientemente remodelado y ampliado, el Felina luce ahora un nuevo papel tapiz art decó en sus paredes, mobiliario original de los tiempos de López Mateos, una enorme barra especializada en coctelería y una carta con una gran variedad de licores imposibles de encontrar en otros garitos de la ciudad.

La clientela del Felina es variada, pero se ha vuelto un lugar de encuentro para la comunidad artística y literaria de la ciudad. Su gran variedad de rones (su especialidad) y ginebras como Hendricks o Plymouth, además de una robusta colección de mezcales oaxaqueños harán que los amantes de las bebidas espirituosas encuentren aquí un refugio del buen beber con música boogaloo, bluegrass, garage y ye-yé, entre otros condimentos.

Su dualidad como cafetería de día y bar de noche te permitirá elegir la cara de la moneda que más te guste, un pastelito y café o un dry martini preparado con Noilly Pratt.

Tw:@FelinaBar