Los rumores maravillosamente infundados cuentan que ésta formaba parte de un selecto grupo de cantinas que en realidad funcionaban como burdeles. Desde hace más de treinta años su actual dueño le dio la vuelta y prefirió nomás seguir con la cantina y mejor ofrecer en ella otros tipos de carnes: los jueves al carbón y los viernes en paella. Gratis si tomas más de 3 copas, pero si no andas en ánimo tan etílico lo que distingue a este lugar son unas excelentes tortas de pulpo en su tinta ($38) que sólo quien buscaba recuperar un edén perdido pudo haber creado. Hay otras magníficas de pierna y un adobo de campeonato.

Es pequeña pero se las arregla para tener un espacio para colocar un órgano melódico y tan íntima que hasta puedes saludar a los excelentes cocineros. Bien vale la peregrinación.