Por: Hugo Hernández

En el DF hay tres tipos de cantinas: las tradicionales, las rascuachonas y las elegantes. El Salón Progreso se inclina hacia la última categoría, aunque con algunas diferencias. No veremos la decoración estilo San Ángel o los manteles negros y los retablos coloniales. Acá encontrarás un lugar discretamente decorado, con detalles art déco, que nos remite a los bonitos años 30 en la Condesa.

La carta de tragos es variada, abarca desde cubas y margaritas (las hay de tamarindo y de mango) hasta cocteles originales y clásicos. Pero como todo antro hipster de la Roma que se respeta, tienen una selección de cervezas artesanales y mezcales interesantes que sirven en jicaritas con su reglamentaria naranja en gajos, chile piquín y sal de gusano –el que, para mi gusto, se lleva las palmas es el Tlacuache, pero hay una amplia selección, tienes de donde escoger. Y porque el defeño no puede concebir beber bien sin comer bien, el menú ofrece platillos impecablemente presentados, como el espectacular Pulpo Parrilla.

En cuanto a la música, Salón Progreso también se sale del huacal y esquiva las rancheras de Pedro Vargas, y en vez de ello nos ofrece el repertorio de Édith Piaf, Blur, Björk y algo de funk.

Sí, esta cantina fácilmente puede ser el lugar para toda ocasión.

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-¡Desayunos en el Salón Progreso!

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