Una antigua casona de techos altos, paredes color vino, largos pasillos y mueblería rústica acoge esta cantina de apariencia pueblerina. Al fondo del lugar se encuentra una barra a la que han bautizado con el nombre de “museo del mezcal”, un espacio dedicado a homenajear al campesino y a las casas productoras que de forma artesanal hacen este destilados como ningún otro: amaderados, cítricos, perfumados, secos y de diferentes graduajes, todos a un excelente precio.

Tienen más de 50 etiquetas a elegir por copa o por botella, tú decides. Los destacados son el Alipús, El Señoreo, Gusano Rojo, Lajita, Milagrito de Corazón y Murciélago Blanco. Incluso, sus cocteles retoman las recetas de los clásicos, cambiando el licor principal por mezcal. Para los amantes del ponche hay un martini de canela que sabe muy navideño que te recordará al preparado por la abuela; no importa la temporada, ese aroma a canela siempre conquista el olfato.

Su comida está deliciosa: tiene un toque casero y las porciones son muy vastas. El menú ofrece tantos antojitos que no podrás resistir; todo hecho por cocineros chiapanecos, desde los clásicos sopes y quesadillas con tortillas hechas a mano, hasta frescos ceviches de pescados y mariscos.

La música típica mexicana ambienta la tarde y, por la noche, hay djs invitados. Además el lugar cuenta con pantallas por si te organizas para ver un partido. La Urbana será de tus nuevos favoritos para el precopeo: comida rica, tragos baratos de excelente calidad y amplitud para ir en bola.