De entre las sombras que inundan la avenida Álvaro Obregón en su cercanía con Insurgentes, volvió a destellar el rojo neón que solía salir del Bang Bang –cerrado hace casi un año por la delegación–. Permaneció intacto: aún puedes admirar la gran foto en la pared de una sensual astronauta, bailar al ritmo de funk o electrónica y visitar la habitación para fumadores inspirada en una escena de la película 2001: Odisea del espacio, de Stanley Kubrick.

Por supuesto, sigue viva la carta de cocteles clásicos (que, en su momento, los hiciera famosos) y las creaciones no pretenciosas que caracterizan el estilo del bartender Martín Arvallo, quien se aferra en mantenerse a raya ante la devoradora tendencia de la mixología, conservando la esencia y las recetas originales de los clásicos Birds (con Tanqueray Gin, tonic, licor de mandarina, bitter de cardamomo y romero) y su whiskey sour preparado con Angostura bitter. Aunque debería poner atención en la elaboración de los tragos que no pasan por sus manos, pues no terminan por amarrar.

Así, el Bang Bang enfrenta una tercera etapa en la que el acento siguen siendo los tragos clásicos y la buena música.