Facebookeros que nadie soporta

Del vegano al adicto a las selfies

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Están entre nosotros. Los aceptaste en tu lista de amigos porque se veían buena onda, eran conocidos de antaño o de plano porque te estuvieron jode y dale hasta que diste tu brazo a torcer. Poco después la pesadilla comenzó: sus publicaciones se fueron volviendo insoportables y la tentación del unfriend aumentaba.

¿Quiénes son estos facebookeros indeseables? Aquí te dejamos una breve lista

El “me tiro para que me levanten”

Le encanta usar frases como “estoy feo”, “estoy gorda”, “qué solo estoy”, todo para buscar un poco de lástima de parte de sus contactos. Lo peor es que muchas veces sí les resulta y los comentarios en sus publicaciones son del tipo: “claro que no, estás guapísima” o “estás solo porque quieres, a mí me gustas”. Llega el momento en que dan ganas de decirles: “no mames, bájale a tu autocompasión” pero cuidado con hacerlo, quedarás como un animal insensible y te ganarás su antipatía y la de sus ciberamigos. 

El crossfitero

Tanto en la vida real como en redes sociales, no pierde oportunidad para externar que asiste a esta modalidad de ejercicio. Sus publicaciones son del tipo “me voy al #crossfit”, el check in al llegar ahí (porque tienen sus redes sociales ligadas) y “uff, estuvo intenso, pero amo hacer #crossfit”. Sus variantes son el chico gym (que tiene un comportamiento muy similar) y el runner, que nos avisa mediante sus sofisticadas apps cuánto ha corrido. En serio chavos, el ejercicio hace exactamente el mismo efecto aunque no lo compartan en redes sociales. 

El evangelizador 

Antes tenías que esperar a que los Testigos de Jehová tocaran a tu puerta y podías o no abrirles, u optar por colocar un letrerito de “este hogar es católico”, aunque fueras el más hereje. Pero en tiempos actuales, los evangelizadores te etiquetan en un publicaciones como “like si amas a Jesús” o “todo el mundo tiene tiempo para chistes y memes, pero nadie lo tiene para la palabra de Dios”. Las creencias de todos son súper respetables, siempre y cuando no se metan con las de la persona de junto, o en este caso, de sus contactos. Nadie va a volver “al buen camino” porque lo etiqueten en una foto de angelitos. 

El ateo recalcitrante

Es el total opuesto del anterior. Si que te traten de evangelizar es molesto, lo es aún más que alguien se mofe o menosprecie a los demás por sus creencias. Bajo el amparo del pensamiento científico, este sujeto suele ridiculizar a las personas que no piensen como él. Estos ateos de hueso colorado tildan de ignorantes a aquellos que creen en alguna deidad, pero eso sí, están apuntadísimos para las vacaciones de Navidad o Semana Santa. No pos guau. 

El vegano

Está padre que compartan fotos de rescate animal, es más, es una cosa muy noble y digna de aplaudir. Hasta les perdonamos que compartan imágenes desagradables de peluditos siendo torturados para crear conciencia, aunque se nos revuelva la panza a la hora de la comida. Pero de ahí a que se suban a un podio de superioridad moral porque no consumen animales ni nada que provenga de ellos, ya es otra cosa. Algunos tratan de cavernícolas a aquellos que comen carne y no dudan en mencionar a la menor provocación y sin razón aparente cómo ha cambiado su vida desde que dejaron “ese modo de vida tóxico”. Chido su cotorreo, a algunos nos gustan las hamburguesas y los tacos y eso no nos vuelve bestias. 

El “chistorete”

Suele robarse tuits o status de Facebook ajenos que les parecen chistosos y los publican como propios. Viven para el aplauso y los comentarios de sus publicaciones están llenas de frases como “jajaja, wey, eres bien chistoso” o “amigo, ahora sí te volaste la barda, jajaja, me haces el día con tus ocurrencias”. Lo peor es que no se molestan en decir “no es mío, lo tomé de tal lado” sino que aceptan el crédito como si fuera suyo. Tan fácil que es el share o usar comillas, gente. Luego los conoces en persona y tienen la gracia de una hemorroide y ahí es cuando notas que sólo se dedican a chupar la creatividad ajena. 

El selfítico

Se toman, ya de jodido, una selfie al día. Aceptan a cuanto wey y vieja pueden porque no buscan amigos en Facebook, sino fans que les digan que están buenotas, o guapos. Entran en conflicto si sus selfies no alcanzan determinada cantidad de likes y hasta se las autocomentan para que vuelvan a aparecer en el newsfeed y las vea más gente. Detrás de esta actitud compulsiva se encuentra un profundo narcicismo y una inseguridad que merecería un buen rato de terapia. 

El “les mando mucha luz”

Todas sus publicaciones son de un optimismo extremo. Está chido que sean tan positivos pero cuando es lunes a las siete de la mañana no se nos va a quitar la cara de Grumpy Cat porque alguien postee: “yeah, otra semana, vamos a darle con Tokio”. Suelen compartir citas de Paulo Coelho y creen que Arjona es un gran trovador urbano. Te dicen cosas como “decrétalo para que se te cumpla” y si te va mal o te enfermas es tu culpa porque no estás en armonía con el universo. 

El cadenas/spamero

En su mente seguimos en 1996, cuando amenazaban vía cartas cadena que iban a empezar a cobrar el Messenger y que sólo podrías salvarte mandando ese mensaje a veinte contactos. También gustan de etiquetarte en una misma foto tipo “Feliz Navidad” con otros 50 pelados que ni conoces ni te importan y te atascan de notificaciones. Hacen conversaciones multitudinarias en Facebook chat y Whatsapp para pura babosada y te dan ganas de eliminarlos de una vez por todas. 

La familia 

No, no nos referimos al cártel sino a la parentela que te encuentra en redes sociales y te agrega. Sí, los queremos mucho, pero eso no significa que tengan que enterarse de todas nuestras intimidades, como a dónde nos fuimos de farra, que vean nuestras fotos poco dignas o a quién le andamos tirando el calzón. No faltan los comentarios impertinentes en tus fotos o status como “ya te vi, ¿eh?” o “¿sabe tu mamá que andas en esas cosas?”. Y cuidadito con hacerte rosca y no aceptar sus solicitudes de amistad, porque en la próxima reunión familiar te lo echarán en cara bajita la tenaza. 

¿Qué onda, se identificaron con alguna categoría o les hicimos recordar a alguien? Van a decir que ningún chile nos embona y que cada quien tiene la libertad de publicar lo que quiera en sus redes sociales y eso, hasta cierto punto, es cierto. Pero uno también debería ser libre de darle unfriend a alguien insoportable sin crear una ola de resentimientos.

El consejo que les damos es que recurran a la función de “dejar de seguir” para no tener que no tengan que soplarse todas sus publicaciones sin herir susceptibilidades. Compartan esta nota con algún facekooquero insoportable que conozcan, a ver si les cae la pedrada.

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