Hija de la costumbre…

Me gusta pero me asusta

Existe otra teoría que sostiene que, al parecer, nos gustan las personas que nos son familiares.

Desde que somos niños construimos un modelo sobre un rostro “promedio”, a partir de las caras que vemos a diario a nuestro alrededor. Más adelante, al cruzarnos con una cara nueva, la comparamos con el modelo. Se ha descubierto que las caras “tipo” (creadas en computadora, mediante la superposición de múltiples retratos) suelen considerarse muy atractivas.

¿Por qué sí?

Después de años de terapia, esta teoría soluciona en un dos por tres nuestro complejo de Edipo o de Electra. Es una buena justificación del por qué, en muchas ocasiones escogemos parejas muy parecidas a nuestros progenitores… simplemente, porque las caras atractivas responden al “promedio” de rostros que vimos con mayor frecuencia durante la infancia: la de nuestros padres.

¿Por qué no?

Mmmm… creo que no encuentro algo en contra de esta teoría. O sea, ¡nos podemos olvidar por fin del complejo de Electra y/o de Edipo! ¿No les parece maravillosa?