Expresar o no expresar? he ahí el dilema.

Es curioso, hay personas a las que se nos complica hablar de nosotros mismos, vulnerabilizarnos ante el otro. Nos preguntamos si podemos sacar todo lo que somos o mejor a cuentagotas, poco a poquito… no vaya ser que se espante ante tanta intensidad y ¡salga corriendo! Eso es justo lo que no queremos; aunque al mismo tiempo, quisiéramos contarle todo de nosotros y que nos conozca profundamente.

NUNCA son falta de ganas.

Nos preguntamos -particularmente las mujeres- cuándo es buen momento para irnos a la cama con el susodicho en cuestión. NUNCA es por falta de ganas, tenemos tantas ganas como ustedes, es sólo que no la queremos regar;  si queremos que nos tomen en serio, debemos esperar y cuando alguien nos gusta mucho… lo que menos queremos es que nos tomen a broma o para un ratito ¿o me equivoco?

Yo no inventé la regla, ni siquiera estoy de acuerdo con ella, pero en mi experiencia –personal y profesional– parece ser que funciona; con esto no quiero decir que no haya parejas que se fueron a la cama desde el día uno y hoy estén felizmente casadas… pero son la minoría.

Como este dilema, hay muchos otros igual de importantes… ¿Le digo lo que siento o espero a que él de el primer paso? ¿Me dejo ver vulnerable ante él o me hago la fuerte? ¿Doy el paso o no lo doy? ¿Le digo que lo quiero o me quedo callada?

Y por si fuera poco, nos entra otra GRAN preocupación. Una vez que ya decidimos que sí nos queremos ir a la cama, nos ataca una infinidad de preguntas parecidas a éstas: ¿Le gustará mi cuerpo o no? ¿Y si se da cuenta que uso push up o que no están tan en su lugar como el brasier las muestra? ¿Se fijará si tengo estrías, celulitis, granitos, piel de gallina… y demás imperfecciones de la piel? ¿Y si me ve desnuda y no le gusto?

Créanme, seré todo lo sexóloga que gusten y manden y –en mis ratos de flaqueza– me digo lo mismo que le digo a mis pacientes: "Si está contigo es porque le gustas así como estás, si no, estaría con alguien más –y no contigo–. Así de sencillo".

Yo sé que, tal vez, estén leyendo esto y digan… ¡qué tontería! Puede ser, pero son tonterías que nos atañen y nos preocupan a todos y todas. Y aunque, yo lo estoy describiendo desde la mujer, los hombres pasan por un proceso similar.

Relacionarnos erótico-afectivamente con alguien nos mueve, nos saca del lugar común, nos hace cuestionarnos quiénes somos y qué queremos… nos empuja –inevitablemente– a vivir. ¡Esa es la belleza!

Así que, la invitación –como siempre– es a aventarnos, experimentar y ver qué pasa… atrevámonos a vivir. Lo peor que puede pasar es que nos caigamos y nos demos un golpe… ¡todo fuera como eso! Nos levantamos, nos sacudimos, nos lamemos las heridas y seguimos viviendo.

Finalmente, si se animan, ¡cuéntenme cómo les va!