La ciencia detrás de lo llamamos ‘amor’

Aquí desmentimos todas las fantasías

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Conociste al que, según tú, es el amor de tu vida. Tu media naranja, tu peoresnada, tu amorcito corazón. Te sientes embriagado, feliz, entusiasta. Las malas noticias en la televisión te valen sorbete… ¡has encontrado el amor!

Estem… no. En realidad sólo estás pasando por una serie de reacciones químicas que te hacen sentir en el Nirvana y aquí te las describimos para que no te creas el cuento del amor eterno e involvidable:

¿Por qué diablos me siento atontado cuando me enamoro? Ah, pues aquí te damos todos los detalles:

La causa del atontamiento

En un artículo publicado en Medigraphic, editorial especializada en el ramo biomédico y científico, escrito por Izabelén Garza del Instituto Nacional de Psiquiatría “Ramón de la Fuente Muñiz”, se explica que el amor es un sentimiento que está asociado a diferentes neurotransmisores, como las endorfinas, y a sistemas de recompensa “que obedecen a estímulos concretos y naturales que permiten al individuo desarrollar conductas que respondan a hechos placenteros”. Algo así como: a toda acción corresponde una reacción. 

Las etapas de este proceso

La primera: la cuestión visual.- Conoces a alguien que para el tráfico y que te deja pensando en ella/él todo el tiempo. Aquí es cuando “el amor entra por los ojos” y sirve para perpetuar la especie. Es la etapa de la pasión, de los cadereos incesantes, de la lujuria y de las parejas que no salen de su casa por ponerle todo el día y a todas horas.

Se involucran los estrógenos y la testosterona. Los hombres que tienen mucha testosterona andan jariosos todo el tiempo y quieren ponerle Jorge al niño en todo momento. Esto regularmente se produce cuando son veinteañeros. Eso sí, los chamacones que tienen grandes cantidades de esta hormona es poco probable que se quieran casar y, si acaso logran atraparlos y llevarlos al registro civil, es muy probable que en poco tiempo les digan a sus parejas “ahí te ves”. 

La segunda: el amor romántico (awww).- Según la doctora Nilda Chiaraviglio, en su libro “Pareja en Construcción” de la editorial Vergara, “el amor romántico rompe con el componente sexual del amor cortés y pone acento en la comunicación espiritual”. O sea, ya no queremos devorar a esa persona, sino que nos tiene atontados, ilusionados, nos quita el sueño y el hambre.

Aquí no crean que se salvan de algún proceso hormonal. No, señor. En esta etapa llegan en presentación estelar la dopamina (asociada al placer), la feniletilamina (asociada al atontamiento estimulador), la serotonina (la que nos controla y nos apacigua para no hacer tonterías) y a la norepinefrina (que nos inyecta de adrenalina, que hace que sudemos cuando vemos al que nos roba el sueño).

La tercera: el vínculo emocional y el apego.- Ya nos los cenamos, ya los vimos como estrellas de Hollywood, ahora queremos tenerlos con nosotros por los siglos de los siglos, amén. Ahora viene la calma después de la tormenta amorosa. Queremos estar cerquita de esa persona y mantener cierta estabilidad.

Pero en realidad, lo que estás sintiendo son los efectos de la oxitocina (la hormona de la unión, los abrazos y el amor), la vasopresina (la hormona culpable de la monogamia. Su supresión hace que busquemos otras bocas buscando nuevas ansiedades) y las endorfinas (una sustancia química que nos aliviana el dolor).

¿Por qué siento mariposas?

Porque es real, bueno, no es que tengas mariposas, pero efectivamente tienes movimientos viscerales cuando te enamoras. 

Esto se debe al “segundo cerebro” que tenemos en el intestino llamado Sistema Nervioso Entérico (SNE). En él se alojan, nada más y nada menos, 100 millones de neuronas. Su función es alertar sobre las amenazas que nos rodean. El 90 por ciento de la serotonina (la hormona de la felicidad) se aloja en estas neuronas del SNE. 

Así que cuando ves pasar al que te gusta y sientes que se te oprime el estómago, en realidad significa que tu intestino está funcionando (o sea que no, no es la solitaria).

¿Qué diablos sucede cuando nos peleamos?

Si te preguntas por qué llega un momento en el quieres abandonar la nave y mandar al averno a ese ser que te trajo de un ala, también tiene su explicación científica. Simplemente hemos dejado de segregar estas hormonas, aunado al desagradable momento en el que bajamos de un pedestal a esa persona que nos atrajo en algún momento.

¡Maldita sea! ¿Jamás me enamoraré y seré feliz para siempre?

Sí, pero no te cuelgues de estas reacciones hormonales porque, como ya vimos, tienen un periodo de vida y éste no es eterno. El amor, el real, es una decisión sesuda y consciente. Más allá de los procesos hormonales e intestinales que pudieras sentir.

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