Amante bandido(a)

A veces, los cuernos son buenos

 
Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española:
 
Amante. (Del ant. part. act. de amar; lat. amans, -antis).
1. adj. Que ama. U. t. c. s.
2. adj. Se dice de las cosas en que se manifiesta el amor o que se refieren a él.
3. m. pl. Hombre y mujer que se aman.
4. com. querido.
Sólo para estar segura, busqué el significado de: Querido, da.
(Del part. de querer).
1. m. y f. Hombre, respecto de la mujer, o mujer, respecto del hombre, con quien tiene relaciones amorosas ilícitas.
Si me pusiera muy purista, según la definición anterior, las personas  homosexuales no entrarían en esto… ¡Qué maravilla! ¡¡¡A los gays no les ponen el cuerno!!! Quién sabe cómo le dirán, pero amante o querido(a) seguro no aplica.
Todo esto viene al caso porque esta semana he estado limpiando y sanando  relaciones del pasado… entre ellas, con mi primer pareja. Yo tenía 19 años cuando lo conocí y tuvimos nuestros quéveres; él tenía a una chica y yo estaba muy enamorada y –la verdad– no me importó.
Desde ahí, el tema de las amantes siempre me ha llamado la atención y me ha parecido fascinante.
Yo estoy convencida de que cuando alguien nos pone el cuerno o, de plano, se consigue un(a) amante… es porque nosotros algo tuvimos qué ver. Las cosas no suceden por casualidad, son el resultado de nuestras acciones, que a su vez son el resultado de nuestras intenciones, actitudes y pensamientos acerca de la vida.
Pero, ojo, esto no quiere decir que quien puso el cuerno se lave las manos y nos diga que fue nuestra culpa porque no lo(la) supimos atender, entender, apapachar, etc. Sólo los estoy invitando a ver el cuadro completo, a no tirarnos a la desgracia creyendo que la otra persona es la culpable de todo. Esto es una invitación a preguntarnos por qué nos pasó o por qué lo estamos haciendo, para así poder tomar nuestra responsabilidad.
Yo he estado en los dos lados de la moneda –como muchos de nosotros– y ninguno está chido. En ambos hay precios a pagar y en en ambos duele. Pero el chiste está en ver para qué me está sirviendo y qué puedo aprender.
A veces, que nos pongan el cuerno es lo mejor que nos puede pasar…
 
Tal vez hace que me despierte y me mueva de lugar. Quizá lo necesitaba desesperadamente porque más importante que el amor hacia mi pareja debía demostrarme que tengo razón acerca de que todos los hombres son infieles.
Aquí no se trata de juzgar –si fuiste amante– ni de latiguearte –si te han puesto el cuerno mil veces–, la idea es abrir los ojos ante una nueva posibilidad y darte cuenta de que tal vez –y sólo tal vez– cada situación que vivimos –por dolorosa que sea– es una posibilidad nueva de crecimiento y conocimiento personal.
 
De todo podemos aprender y sacar provecho para nuestra vida.
Te invito a ponerlo en práctica.