12. El italiano

La niña inquieta

La niña inquieta

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Mi casa, 4:02 PM

Al italiano lo conocí, para variar, a través de mi roomie venezolano/esposo disfuncional. Trabajaban juntos en una startup que parecía reclutar a todos los extranjeros guapos de la ciudad.

Vinieron a casa un viernes después del trabajo a tomarse una cerveza e inmediatamente me gustó. Era delgado, barbudo, listo, carismático… y, aparentemente, tenía una novia muy guapa que lo esperaba en Italia.

Me porté bastante antipática con él al principio, seguramente por los nervios de la atracción. Reacciones incomprensibles de nuestro organismo.

De alguna manera esa noche se armó la peda en nuestro departamento. Llegaron chingos de extranjeros cargados de alcohol, marihuana y otras drogas, el volumen de la música subió considerablemente y finalmente nos soltamos –o al menos yo me solté–.

Después de media noche la gente empezó a partir, algunos a la fiesta, otros a dormir… Nos quedamos sólo unos cuantos filosofando sobre la vida y resolviendo dilemas como la batalla de la comida italiana versus la mexicana… o algo por el estilo.

Al final estábamos sólo nosotros dos, levemente intoxicados. Más pachecos que borrachos, seguíamos en realidad bastante lúcidos –esto lo confirmé la mañana siguiente al recordar todos los detalles de la noche–.

Platicamos durante un par de horas; de nuestra infancia, de nuestros sueños, de nuestras frustraciones, de nuestras ideas… Fue una de esas noches en las que desnudas el alma –aunque teníamos toda nuestra ropa bien puestita–. No recordaba la última vez que había tenido una de ésas. Pronto amanecería.

De repente comenzamos a besarnos. Después de un par de segundos él se alejó. `No puedo hacer esto ahora. Tengo novia.´

Pedimos un taxi para que se fuera a casa… y se fue.


EL PRÓXIMO JUEVES
 les contaré lo que pasó la siguiente vez que lo vi. Acá los espero.

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