Los Tepetatles: El Monsi rocanrolero

En 1965, la Zona Rosa era el place to be para toparse con los intelectuales que daban forma a su época: Luis Buñuel o Alejandro Jodorowsky, Homero Aridjis y los autores de la generación del Boom se reunían en…

En 1965, la Zona Rosa era el place to be para toparse con los intelectuales que daban forma a su época: Luis Buñuel o Alejandro Jodorowsky, Homero Aridjis y los autores de la generación del Boom se reunían en cafés junto a otros escritores, pintores, cineastas y teatreros. Fue en el Café Tirol, donde Alfonso Arau, entonces mimo y bailarín, conocería a un cronista y crítico de cine, Carlos Monsiváis, para dar forma a un delirante proyecto que, a distancia, se antoja como un Velvet Underground chilango: Los Tepetatles, o bien, los Beatles de tepetate.    

Alfonso Arau, hoy director de cine (Como agua para chocolate) fue invitado por Ernesto Alonso, el difunto «Señor Telenovela», para montar un show en el Quid, un cabaret en la calle de Puebla donde asistía la crema y nata. Muy rebelde, Arau se hizo de un all-stars para montar un acto donde Monsi escribiría las letras junto a Chava Flores; en la música, destacaban Marco Polo Tena (Los Rebeldes del Rock) y Julián Bert (quien tocara con Bill Haley y sus Cometas). José Luis Cuevas y Vicente Rojo harían el diseño gráfico y escénico, en el cual Arau aparecía con una guitarra de dos brazos, tocando uno de éstos gracias a un tercer brazo de utilería.     

Obviamente, este «espectáculo satírico a go gó en dos actos» escandalizó al respetable y la temporada fue brevísima. El registro queda para los tiempos en un asombroso LP conocido como Arau a Go Go, muy difícil de encontrar, pero descargable en diversos blogs. Un oído a esta extravagancia musical revela maravillosamente cómo el breve e ingenioso paso de Monsi por la lírica rocanrrolera, con su debida carga de mexicanismo y crónica urbana («Tlalocman», «Teotihuacán A Go Gó») sentó las bases para el «Guacarrock» de Botellita de Jerez de Sergio Arau, el hijo, y traza una línea entre Los Xochimilcas, Café Tacvba y los folkloristas que les seguirán. Todo un eslabón perdido. Y Monsi vivió para contarlo.

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