Lunes 12 de octubre de 1998, tres de la tarde. Estatua de la Libertad, Nueva York. Nadie iba desnudo, pero la policía estaba alerta, los rodeaban; carros, botes y helicópteros con oficiales merodeaban la zona. Los disfraces temáticos eran, para aquel entonces, extravagancia pura: había hombres y mujeres vestidos como sirenas, hippies, strippers, sanadores sexuales, prostitutas… La protesta ocurría porque la Calle 42 —en la que se encontraban los teatros porno, establecimientos de table dance y otros shows sexuales— había sido tomada por la policía. “Salven a las sirenas”, “saquen el sexo de la Casa Blanca y regrésenlo a la Calle 42”, “apoya el porno local”, se leía en algunas de las pancartas. Una de las organizadoras de esa manifestación fue Annie Sprinkle, pionera del postporno, también conocido hoy como porno feminista.

Definir a Sprinkel con una palabra es imposible. A sus 63 años ha sido feminista, stripper, trabajadora sexual, actriz porno, productora de cine, artista de performance, escritora y editora. Aunque ella no inventó el postporno —no hay un acuerdo sobre quién fue la primera persona en usar el término—, fue parte del movimiento inicial.

Este género nació en los 70 en Estados Unidos y Europa. «(En esa época) se produce una discusión y enfrentamiento dentro del movimiento feminista en torno a la pornografía. Las antiporno consideraban que promovía la violencia de género y proponían la regulación del Estado y su prohibición. Las anticensura cuestionaban esa postura, por considerarla cómplice de las estructuras patriarcales que controlan y regulan el cuerpo de la mujer», explica el Dr. Atilio Rubio de Universidad Nacional de La Plata (Argentina) en su ensayo “Posporno, queerness y sexualidad” disidente en la obra cinematográfica.

¿El porno puede ser feminista o no? El debate sigue. Mientras el feminismo llega a un acuerdo, el postporno ha crecido y cada vez es más fácil consumirlo o crearlo. Este tipo de cine ha ganado fuerza en la Ciudad de México en los últimos años, cuenta Adán Salinas, director de la Muestra Internacional de Cine con Perspectiva de Género (MICGénero).

«Es una corriente iniciada por mujeres cineastas para romper con las formas de representación del cuerpo femenino en la pornografía, que las pone como simples receptoras o como objetos para hacer cumplir una fantasía masculina», explica Adán. «El postporno en sí es una crítica y busca ir desmontando estas representaciones, no haciéndole lo mismo a los hombres, sino mostrando cuerpos empoderados y en igualdad de condiciones, alejándose de una sexualidad violenta, misógina, machista; intenta que exista una subjetividad en acción, en lugar de simple gimnasia genital. Para entenderlo mejor, hay una frase muy famosa: “La diferencia entre el cine porno y el cine erótico es la iluminación”. Esto quiere decir que en el cine porno se presentan cuerpos desmembrados, es decir, el público ve en un primer plano un pene y una vagina o una boca, y no importa lo demás. Lo narración; aquí entra el postporno».

MICGénero incluyó por primera vez la categoría Queer y Postporno para su tercera edición en 2014 y desde entonces la ha mantenido. La idea es acercar tanto a mujeres como a hombres a este género.

«Casi toda la pornografía que se consume está dirigida a hombres», explica Adán. «Las películas y documentales postporno de la Muestra son un guiño, una invitación a consumir un porno más responsable, más crítico, y a ver de forma distinta el cine: mirar otros cuerpos, darnos cuenta de que la representación importa, cuestionarnos los papeles de las mujeres en las películas, los roles machistas y otras representaciones».

¿Cómo acercarse al género? La variedad es amplia. Adán recomienda iniciar con películas de Annie Sprinkle, Ericka Lust o Adriana Torres, pionera en México del género. En la Muestra (que estará hasta el 13 de septiembre) considera imperdibles las películas Facts in the Fast Line, Fuck the Mall o My Wonderful West Berlin.