Su mapa evoca una deformación congénita, como si de origen el Estado de México viniera complicado. A la izquierda brota una especie de gran cuadrilátero, unido en lo alto por un pescuezo a esa otra geografía que a la derecha dibuja una trompa caída.

Su morfología impide decir “norte” u “oriente del Estado de México” pues al Edomex lo integran esos “hermanos siameses”. ¿Cómo saber si al decir “norte” u “orien- te” re eres al polígono mayor (donde está Toluca) o el chico (del que es parte Chalco)? Su extrañeza anatómica podría ser apariencia intrascendente, como la cara o el vestir de alguien. Pero no, su genética se revela caótica si ponemos en Google “Municipios Estado de México”. Multicolores, surgen las 125 piezas territoriales de una entidad que, vista como rompecabezas, sería un delirante reto para las mentes más avezadas.

¿Qué mensaje te manda quien te dice “vivo en el Estado”? Salvo si viene de Interlomas, Huixquilucan, Valle de Bravo u otro de los lujosos paraísos-gueto, procede de una insana área con un aire como borrasca de cancha llanera que corroe la salud de los mexiquenses, vecinos de los que nos compadecemos.

Quien te dijo “vivo en el Estado” puede radicar en uno de sus 125 municipios y como no hay mente capaz de registrar 10.5 docenas de identidades, la reacción es pensar a esa persona como nativa de un más allá indefinible que nos perturba por su anarquía. Frente a ellos, que por multitudes viven en villas miseria e incluso casas de cartón, los capitalinos podemos creer que nuestra ciudad es Versalles.

Quien te dice “vivo en el Estado”, vive donde un puñado de familias –Peña, Del Mazo, Hank y unas más– han sometido con crueldad a la gente. Para el absolutismo que el PRI ejerce desde 1925 bastan políticos acicalados y millonarios; de finos trajes, palmaditas en la espalda y buenos modales aunque en ellos resida Satanás.

Cómodos en la butaca de una capital que desde 1997 fue descubriendo algo de la democracia, por años miramos en silencio el infierno de los vecinos, su barbarie distante. Flotaba un cadáver en el inmundo Río de los Remedios, el gobernador Montiel saqueaba al erario, 11 mujeres eran violadas en Atenco.

QUIZÁ POR LAS MUJERES LIQUIDADAS, SU EXTERMINIO MASIVO, LA VOTACIÓN PARA GOBERNADOR NOS LLEGÓ A LO MÁS HONDO. EL EDOMEX NOS DIO UNA LECCIÓN: CUANDO EL HORROR ATACA A SERES HUMANOS, ES IRRELEVANTE QUE NO ENTRE A TU CASA.

Así, uno y otro día, esa tortura lenta, rigurosa y a veces tolerada porque era “natural” al PRI. El espanto cotidiano con el bálsamo de “eso pasa en el Estado” como si el “Estado” fuese Pakistán y no un sitio a kilómetros, si no es que a cuadras de nosotros. Aunque el hilito de sangre avanzara a nuestra puerta era cosa de trapear para que esa sangre fuera exclusivamente de ellos. Pero un día de 2017 no lo fue. Cuando los feminicidios se apilaron por miles, despertamos. Y sus elecciones nos importaron.

Quizá por las mujeres liquidadas, su exterminio masivo, la votación para gobernador nos llegó a lo más hondo. El Edomex nos dio una lección: cuando el horror ataca a seres humanos, es irrelevante que no entre a tu casa.

Hoy, el dolor ya es monstruoso. En las mismas horas de unas elecciones infectadas por la trampa, Valeria, una niña de 11 años, era secuestrada, violada y asesinada en Neza por un chofer de combi. En el Edomex, un hombre cualquiera puede pensar: «a esa niña la secuestro, la violo y la mato». En el Edomex eso y más es posible porque la justicia es la cínica carcajada de su clase política, ocupada en el robo, el lujo, el sometimiento, el abandono de los 16 millones de ciudadanos a los que gobiernan. Cuántas Valerias más tienen que morir asesinadas para que ese estado –modelo preciso de lo más aborrecible de México– se transforme.

La lucha es de nuestros vecinos. Por lo tanto, es nuestra.