Se está poniendo de moda el tráfico de colibríes. Un desagradable olor crece conforme uno se acerca. En la sección de aves del Mercado de Sonora –al fondo del pasillo 2– huele a óxido y humedad, a desechos. «¿Qué buscaba, güerita?», pregunta un señor cincuentón a una señora que se acerca –insegura– a su local para ver las palomas en venta.

Cientos de pájaros exóticos provenientes de todo el país terminan aquí, entre ellos los colibríes, una especie en peligro de extinción que, según prometen los locatarios de Sonora, es un ingrediente fundamental para poderosos hechizos de amor.

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En el reportaje Dentro del misterioso mundo del tráfico de colibríes, National Geographic menciona que existen alrededor de 340 especies de colibríes en el mundo, algunos del tamaño de una abeja. Por su diminuto cuerpo, son animales realmente indefensos ante cualquier ataque, como su venta indiscriminada.

De acuerdo con la bióloga Paulina Vázquez Quintana, en México predominan alrededor de 60 especies, y en la capital, tres: el colibrí de pico ancho, colibrí berilo y el colibrí de oreja blanca.

Tráfico de colibríes

Foto: Cuartoscuro

El aroma del lugar –un pasillo estrecho donde es difícil caminar entre las jaulas de guacamayas y perros– es tan penetrante que pica. Hay que rascarse la nariz repetidamente para poder soportarlo. En sus jaulas, los animales se apilan uno sobre otro.

  –¿Tienes colibríes?, pregunto en un puesto.

  –Sí, los tengo en $300, responde un muchacho mientras apunta con el dedo a una de las muchas jaulas que se amontonan. Es el colibrí reina y lo puedes tener en cautiverio.

El colibrí comparte su jaula con un loro. Según la bióloga Vázquez Quintana, coordinadora del Jardín Botánico del Bosque de Chapultepec, es imposible tener a este tipo de aves en cautiverio: «su promedio de vida, de cinco años, se reduciría a semanas, porque son animales sumamente nerviosos y el estrés los mataría», dice.

El tráfico de colibríes para hacer «amarres»

Quien va al Mercado Sonora en busca de una de estas aves, refieren los locatarios, seguramente no la quiere para tenerla de mascota. La finalidad es la brujería: atraer el amor mediante un amarre o un hechizo, lo que detona el tráfico de colibríes.

«Los ponemos cara a cara (un macho y una hembra) idealmente con ropa interior de un hombre y una mujer –cuenta una “bruja” en el reportaje de National Geographic–. Luego los colocamos en una pequeña bolsa roja, llenamos la bolsa con miel pura y la colocamos en el santuario con velas; así lo hacemos».

El tráfico de colibríes es normal. Cualquiera que lo solicite puede comprar colibríes muertos en el Mercado de Sonora. Aunque no son exhibidos, basta preguntar en alguno de los puestos: $350 pesos vivos, $200 muertos.

Tráfico de colibríes en la CDMX

Foto: shutterstock

«Los tengo para cuando tú quieras –responde uno de los vendedores por celular cuando se le pregunta cuántos colibríes muertos y vivos podría venderme ya–. Para ya tengo 20, si quieres más, te los tendría para mañana, pero me tienes que dejar un adelanto».

A pesar de que muchas de las especies de colibríes, como cresta corta, cresta negra, colibrí pico ancho de Tres Marías, frente verde, oaxaqueño, cola blanca, garganta verde, ala castaña, pico largo, tijereta, cola hendida y cola pinta, están protegidas por la Norma Oficial Mexicana, siguen traficando con ellos.

«Al parecer es un mercado en creciente popularidad y no se está atendiendo, la instancia que debería perseguirlo es la Profepa (Procuraduría Federal de Protección al Ambiente)», dice la especialista.

El colibrí del Archivo General de la Nación

El movimiento de sus alas es tan rápido que en ocasiones pasa inadvertido para el ojo humano. Resulta difícil creer los poderes mágicos que se le atribuyen a ese pequeño pájaro, que no mide más de seis centímetros de alto.

Hay antecedentes históricos que demuestran que desde la época de la inquisición se recurría al colibrí para realizar rituales de brujería con la finalidad de atraer el amor y la fortuna. Entre las muchas curiosidades que resguarda el Archivo General de la Nación (AGN) existe, por ejemplo, un amuleto de colibrí con más de tres siglos de antigüedad.

Tráfico de colibríes en la CDMX

Foto: AGN

El descubrimiento ocurrió cuando los investigadores del Archivo digitalizaban el volumen 757 del Fondo Inquisición. Entonces encontraron una pequeña ave, muerta y envuelta en un pedazo de tela deshilachada: un colibrí, y tenía fecha del 30 de junio de 1715.

Era la evidencia que el fraile José De Guerra tenía en contra de Pedro Ramos, acusado de superstición y hechicería. Junto con un documento en el que explicó la situación del acusado, envió desde Zacatecas una bolsita, que contenía al colibrí envuelto con un papel arrugado y un pedazo de tela deshilachada, además de un pequeño pedazo de madera: era la evidencia para enviar a su enemigo a la hoguera.

«El expediente tiene alrededor de 100 fojas con varias denuncias de Fray José De Guerra, pero la más interesante es el amuleto», cuenta Luis Fernando Tolentino, encargado de los depósitos de atención al público del AGN.

De acuerdo con el especialista, no era la primera vez que Pedro Ramos realizaba este tipo de actos; en un par de ocasiones robó huesos de muerto del cementerio en compañía de dos mestizos, todo con la finalidad de tener fortuna en el juego y con las mujeres, pero no funcionó. El amuleto de colibrí le fue entregado por un indígena para tener buena suerte, explica Tolentino.

Tráfico de colibríes en la CDMX

Foto: AGN

El «huichichile» (vocablo derivado del náhuatl huitzilin o huitzitzilin) era considerado por los mexicas como un ave sagrada, por su asociación con el dios de la guerra: Huitzilopochtli, quien lo cargaba en su tocado siempre prendido de una flor. Era la forma que Pedro Ramos tenía que cargar con su amuleto, el cual tampoco le sirvió por lo que, desilusionado, optó por entregarse a las autoridades.

Desde entonces a la fecha, los colibríes son codiciados. Historias como las de Pedro Ramos se dan todos los días, cuando las personas acuden a este tipo de mercados a comprar los colibríes, sin importar su integridad y las repercusiones ambientales que conlleva su compra indebida: «los colibríes son polinizadores, en el mundo hay una crisis de polinizadores, si se pierden estas especies, aumenta la crisis y perdemos gran parte de nuestra biodiversidad», finaliza Paulina Vázquez Quintana.

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