Desde temprano, afuera del Auditorio estaba estacionado un “party bus”, de ésos de dos pisos, muy ad hoc para lo que se iba a vivir esa noche. Arriba, apretaditos como en los mejores días de autosardina de Reino Aventura, un grupo de chavorrucos con abrigos de peluchito (para que no les diera mucho el aire) gritaban y brincaban al ritmo de las rolas de Magneto que salían de las bocinas de los piratas que ya, también desde tempranito, comenzaron el ambiente con el playlist completo del show que todavía ni comenzaba.

Ya adentro, súper puntualitas, las luces se apagaron a las 8:30 y comenzaron los gritos de apenas medio Auditorio Nacional, pero luego me di cuenta que al final sí se llenó, o sea que a los noventeros eso de la puntualidad no se nos da.

Estos muchachos no perdieron tiempo: desde el inicio, en la pantalla tras el escenario, comenzaron a salir fotos de sus mejores tiempos, pero los que más gritos despertaron por sus pics “de jovencitos” fueron los magnetos y los mercurios, quienes precisamente abrieron el escenario con una interpretación en conjunto de “Suena tremendo”, a los que segundos después se les unieron los Kabah, Moenia y Sentidos Opuestos en un homenaje a quienes iniciaron todo, por lo menos en el mercado latino: los menudos.

Y aquí fue donde Alfonso de Moenia dejó claras sus intenciones en el concierto: iba a dar todo, pero ni de chiste se pondría a hacer coreografías. Así que prácticamente todo el tiempo se quedó atrás, cantando muy bien, eso sí, igualito que en sus buenos tiempos, pero nada más marcando suavecito los movimientos que sus compañeros sí ejecutaron con todo, convertidos en una sopa de sudor. Ah, tampoco Chacho bailó. Ambos hicieron bien.

Después, encabezados por Alessandra en su regreso a los escenarios, nos enseñaron las reglas de esta fiesta: todos iban a cantar y bailar en las canciones de todos, como en coctel. Así fue como sonó “Eternamente” de Sentidos Opuestos, pero de pronto se empezó a vaciar el escenario y los gritos subieron cuando Moenia se quedó solo tocando “Manto Estelar”. Salió otra regla de la fiesta: algunas rolas sí las iban a cantar solos los intérpretes originales. Menos mal, porque no todas las colaboraciones fueron muy afortunadas que digamos.

Para cuando regresó Magneto a cantar “Sugar” me quedó claro que la chavorruquez sería difícil de ocultar durante la noche (pero no imposible): primero, la coreografía parecía lenguaje de señas más que baile como tal, y luego, su vestuario como de “tío cool” no les ayudó.

Pero los reyes de la chavorruquez fueron sin duda los mercurios con su ropa de chavito noventero fresa. Ya nada más les faltó tener los pantalones rotos y salir con chupones colgados del cuello.

Cuando sonó “Tu loco amor” me empecé a preocupar por todos: primero porque no se oían las voces de Alessandra y de Federica, pero no por desgaste, sino por los operadores que nada más no les abrían los micros. El colmo fue cuando de plano les trajeron unas sillitas y unas bancas para “apoyarlos” en las coreografías (la neta eran para evitarles la fatiga, lo comprobé cuando Alessandra y Héctor de Mercurio cantaron “Ardiente tentación” sentados, que por cierto fue uno de los mejores duetos de la noche).

Fueron varias rolas con las banquitas, y aún así seguían agitados, pero pero cuando sí pensé que iban a entrar los paramédicos al escenario fue cuando Alessandra cayó al final de “La vida que va”, con los Kabah. La levantaron rápidamente y casi nadie se dio cuenta, pero después de eso la noté un poco nerviosa al cantar (igual los problemas con su micro continuaron) y no fue sino hasta después de la mitad del concierto que agarró fuerza y sacó la casta.

Regresó Moenia (hasta me había olvidado de ellos) para tocar “Estabas ahí” con Alan de Magneto (que no se sabía la letra) y Sergio de Kabah, con su tremenda energía que no parece que haya disminuído en estos 20 años. Fue un trompo durante toda la noche, hasta en las rolas más calmadonas.

Siguieron las colaboraciones mezcladitas, los éxitos uno tras otro y las fallas de micrófonos: “Cambiando el destino”, “Bye Bye Babe”, “A dónde”…

Los famosos overoles amarillos de Kabah les quedaron mejor a los Mercurio, que hicieron mejor la coreografía de “Estaré” que los intérpretes originales, pero “Historias de amor” me hizo olvidar este oso grizzly por la sensualidad y seguridad de Alessandra, que regresó como ave fénix junto con Alfonso de Moenia. Ambos demostraron aquí por qué fueron los reyes del pop electrónico iberoamericano en sus buenos tiempos.

Para continuar con los homenajes a los 90s y a sus “grandes” figuras como don Sergio Mayer, los chiavos (excepto Chacho y los moenios) convirtieron el mismo escenario donde Björk hará su arte este mismo mes en “Sólo para mujeres”, sobre los acordes de “Al pasar”: aparecieron de mezclilla y camisetas blancas que fueron levantando chenchualonamente para convertir esto en un griterío de mujeres y algunos chavos. Pero aquí me sentí defraudado: ¿no que iba a ser noche de chavorrucos? ¿Y las lonjas? Sus abdómenes marcados no corresponden a la imagen que uno tendría de tales especímenes. Muy bien, muchachitos, muy bien.

Después de tanto calor, vino el momento más WTF?! con un dj set techno de Alex Midi que amenazó con convertir al Auditorio en La Boom o en el Medusas, pero más bien fue un intermedio que varios aprovecharon para recuperar el aliento e ir al baño. En las pantallas aparecieron imágenes de Selena, Britney, Friends y Mel Gibson en Corazón Valiente, por si no nos había quedado claro en dónde estábamos. Y justo cuando creí que iba a empezar “Short dick man”, este efímero y extraño momento fue interrumpido abruptamente por “Cómo decirle que la quiero” de Mercurio.

Y así siguieron las colaboraciones hasta que vino otro buen momento con “Antro” de Kabah y Moenia, quienes, muy en su papel, siempre supieron entrarle sólo a las rolas que iban con su estilo.

Hacia el final del concierto, el ritmo cambió totalmente porque cada grupo tuvo su momento por separado, y se agradece el gesto, porque ahora sí todos brillaron por sí solos.

“Únete a la fiesta” fue como ir a un karaoke con tus amigos treintañeros en donde hasta los que nunca quieren “hacer el ridículo” terminan berreando en el escenario por pura nostalgia (y porque, aunque dicen que no, ya pedos resulta que sí se saben la letra de todas las canciones sin leerla). O por lo menos así se sintieron las colaboraciones.

El concierto fue un sueño húmedo de chavorrucos donde poco importaron el pelo largo y los copetes para ocultar la calvicie, las canas o las gotas de sudor precoces desde los primeros acordes de la primera canción; donde la mayoría del público jamás se sentó (ni en las baladas), aunque sus hijos, ya medio aburridos, sí; donde las chicas mostraron menos energía que los hombres; y donde después de tres horas e-xac-ti-tas de treintañeros enloquecidos, la chavorruquez que terminó aflorando fue la mía, porque #viernes, porque #VidaGodín, porque #TantaNostalgiaCansa y porque #UnoYaNoEstáParaEsosTrotes.