El proyecto de James Murphy ha trascendido más de lo que él mismo llegó a imaginar. Es la historia de un tipo normal, que a sus 40 años está gozando de la fama que su talento descubierto hace menos de 10 años le otorgó. Como cualquier adolescente normal, con afición a la música Murphy, perteneció a varias bandas durante su adolescencia. Trabajó como cadenero en un bar de Nueva York, la ciudad que posteriormente lo alabaría como el salvador del rock y el baile en tiempos de la guerra contra el terrorismo.

Decidió estudiar una licenciatura en inglés, misma que le valió una oferta para escribir un programa de televisión. En lo que él considera como “la peor falla de su vida”, rechazó la petición. El programa se trataba de un sitcom del que tal vez muchos de ustedes han escuchado: Seinfeld. James Murphy se quería dedicar al negocio de la música.

Fue así como en el bajo mundo de los bares neoyorkinos, comenzó a hacerla de DJ. Ponía rolas de Kraftwerk, de los Talking Heads, Can, A Tribe Called Quest y un largo etcétera, que de pronto se convirtió en moda. En esas andadas conoció a Tim Goldsworthy, fundador de UNKLE y su próximo socio en la disquera que pondría el rock de regreso en el hype, y a Nueva York nuevamente -y después de muchos años- en los reflectores.

La DFA (Death From Above) Records descubrio a talentos definitorios para el sonido guitarrero y bailable de la década pasada: The Rapture, Radio 4, The Juan Maclean, Le Tigre; e hizo posible que el genio de Murphy tuviera un escaparate: LCD Soundsystem.

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