Todo parecía indicar que el futuro de la música estaba en los sintetizadores y los coritos cantados por veganos. Nos alegra saber que aún hay lugar para los instrumentos y la armonía.

Tigran Hamasyan empezó con las influencias del rock clásico;en una entrevista a con un diario francés, comentó que una de las canciones que lo motivó al piano fue “Stairway to Heaven” de Led Zeppelin.

El armenio apenas tenía tres años.

Entre las notas y el músico no sólo se destapó una conexión sino una complicidad de sonido. A partir de aquí, experimentó con otros géneros musicales hasta entregarse por completo al jazz.

Contaba 19 años cuando ganó el Thelonious Monk Piano Competition. Frente al piano, Tigran comprobó que no sólo dominaba el instrumento dentro de su totalidad: sabía explotarlo. Sus dedos se movían con inmensa rapidez para dejar salir todo un espectro de resonancias.

Hamasyan le demostró el público su dominio en el arte de la improvisación.

Dos años después (2008), el jazzista se dio a conocer a un público más amplio con el álbum New Era, una obra donde no había lugar para la contención que revelaba las capacidades del músico. Más adelante sacó Red Hail (2009), álbum donde la música tradicional armenia y el jazz americano se encontraban.

Este año, Tigran lanzó el disco A Fable, pieza que parte de las tradiciones de sus raíces armenias y las envuelve con explosiones de sonido y experimentación.

Un disco extravagante, excesivo dentro de cada nota, que muestra las habilidades del pianista dentro de toda su totalidad. A Fable incluye piezas reconstruidas como su propia versión de “Someday my prince will come” (alguna vez interpretada por Miles Davis). Alegra mucho saber que el jazz no se ha quedado en los años de antaño y está siendo renovado y explotado por esta generación.