Desde hace tiempono se veían largas filas en Avenida Juárez, dirigidas todas al Teatro Metropólitan. La razón era Steven Wilson, quien desafiaba al lluvioso clima de la capital y regresaba después de un año para ahuyentar ‘fantasmas’ del pasado que persiguen la vida de los mortales y elementos sobrenaturales.

El vocalista de Porcupine Tree (y líder de otros proyectos como Storm Corrosion, Black Field, Bass Communion, entre otros) no llegó solo: cinco escuderos lo acompañaban en la empresa llamada ‘The Raven That Refused to Sing’, material inundado de historias de seres inertes y pasajes oscuros.

Las figuras fantasmagóricas desaparecieron junto con la penumbra. De pronto, seis siluetas caminaron sobre el escenario. Wilson, escuálido y de cabello pajizo lacio, comenzó a recorrer la tarima mientras iniciaban los acordes de ‘Luminol’.

La flauta transversal de Theo Travis (con gran influencia de Ian Anderson de Jethro Tull) y el teclado de Adam Holzman fueron la introducción a una amplia variedad de sonidos tocados por un ‘músico ambulante’ que levantó de sus asientos a las más de tres mil personas que abarrotaron el Metropólitan.

‘Drive Home’ mostró el lado oscuro de Wilson, una letra ‘ensangrentada’ que bien podría ocupar un lugar en el ‘Red’ o el ’Islands’ de King Crimson. La canción dio paso a un breve pero hermoso arpeggio que desembocó en un desgarrador solo de guitarra, sonidos que hacían llorar a la Fender de Guthrie Govan.

Un aire cadavérico se respiró con las primeras notas de ‘The Pin Drop’, sentencia de Wilson a las relaciones de pareja que terminan en tragedia, por sentirse confortables con las situaciones, en lugar de trabajar el amor o la empatía del uno por el otro.

Soberbias notas del teclado escaparon de las manos de Wilson al inicio de ‘Postcard’. Una atmósfera de tungsteno rodeaba la fisonomía del multifacético artista mientras sentenciaba a la foto de una chica sin vida “Cause’ All That Matters Disappeared When I Lost You”.

Una guerra de improvisaciones liderada por Nick Beggs era el preámbulo de ‘The Holy Drinker’. Los bajos del Chapman Stick emularon los mejores tiempos de Trey Gunn e hicieron retumbar las paredes del recinto, para culminar en un ’violento’ encuentro de seis instrumentos que no desentonaban a pesar del alto octanaje que se destilaba en el escenario.

‘Deform To Form A Start’ y ‘The Watchmaker’ logró conectar a Wilson con el público mexicanoal desplegar una manta donde imágenes coloridas daban vida a las notas que transitaban por el aire.

“Siempre es un placer venir a esta maravillosa ciudad. Amo a mis fans mexicanos”, dijo el británico en un español mal pronunciado.

“Steven, hermano, ya eres mexicano”, respondió un fan al llamado.

El clímax llegó cuando Wilson pidió silenció total al público en ‘Harmony Korine’, una mezcla de sonidos manufacturada en México en 2008 para el disco ‘Insurgentes’, nombre que tomó de la extensa Avenida de la capital del país.

‘Raider II’ y ‘The Raven That Refused to Sing’ anunciaron el ocaso de la velada, pero Wilson no quería dejar ´fantasmas‘ y sorprendió con ‘Radioactive Toy’, tema del ’On The Sunday Of Life’, primer disco de Porcupine Tree, que satisfizo los exigentes oídos del nutrido público que no paró de ovacionar al sexteto.

Wilson logró su cometido: no dejó figuras espectrales ni entes a la deriva. Su guitarra afinó los caminos de aquellas almas perdidas que encontraron en sus notas la paz, con la promesa de regresar pronto al Distrito Federal.