Después de 14 piezas cantadas sobre unos altos tacones negros, Soledad Giménez decidió restarse altura y poner sus pies en contacto directo con el escenario del Plaza Condesa: “Demasiadas emociones y unos zapatos diabólicos”.

Cierto. Su concierto de la noche del sábado fue un menú de emociones que viajaron a través del pop, el swing del jazz, el bolero, el danzón y el bossa. La ex vocalista de la agrupación española Presuntos Implicados festejó con sus fans chilangos sus 30 años de carrera.

“Es un privilegio estar aquí con ustedes desde mi punto de vista”, expresó la compositora en su primera interacción con el público y después de abrir su presentación con “Cada historia”.

El canto de Sole —como se le conoce profesionalmente— navega de una manera tan natural sobre géneros como el jazz, bolero o la rumba que pareciera una cosa sencilla; sin embargo, detrás de esa naturalidad hay un trabajo de años en la educación de su voz.

Luego de la apertura de Gliese 229, un dúo formado por una guitarra acústica y otra eléctrica, Sole compartió por casi dos horas canciones de su más reciente producción “Cómo hemos cambiado”.

En ese disco reinterpreta piezas que cantó con la banda de pop española o en solitario, y que además incluye tres materiales inéditos. Los arreglos principales del disco corrieron a cargo del pianista Iván Melón Lewis.

“Las canciones no tiene que sonar igual, como esta que se ha convertido en un auténtico bolero”, afirmó como preámbulo a Llovió, una pieza de su autoría que grabó en 1991 con Presuntos Implicados.

De las tres canciones nuevas del disco, Sole ejecutó “Danzón del mundo”, cuyo son le agregó sabor a la presentación y le marcó un nuevo ritmo a la noche. Entre los materiales que se escucharon en el foro de la Condesa estuvieron“Cuando quiero sol”, “Fallen”, “La vie en rose”, “La bohème”, “Alma de Blues”, “Aguas de marzo”, “Mi pequeño tesoro” y “Un ramito de violetas”.

Pero sin duda las más ovacionadas fueron “En la oscuridad” (grabada con Presuntos Implicados en 1987) y “Cómo hemos cambiado” (que cantó a dúo con Benny Ibarra y que grabara con la banda española en 1991).

Casi al final del concierto, Sole recibió una campana con su nombre grabado como reconocimiento a su trabajo artístico. “Tu voz puede sonar tan nítida como una campana y además convoca; también para todos el sonido de una campana, igual que tu voz, es un sonido de libertad”, ejemplificó la persona que subió al escenario para entregarle reconocimiento.

Después de esa pausa, Sole liberó a sus pies de ese negro tormento y cantó otras cuatro piezas para cerrar la noche ante un público que le pedía más y más de su voz: “¿Una más y nos vamos a cenar, vale?”

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