Lo han visto llegar en limusina rodeado de mujeres en bikini y derramando botellas de champaña en medio de flashazos fotográficos. El grueso maquillaje que enmarca sus ojos claros es una de las armas más potentes de Mick Marcy para ligar chicas, «para vivir el glam» con su grupo Moderatto.

Algunas personas aseguran que su verdadero nombre es Burgerman, fanático y especialista en catar las mejores hamburguesas del mundo. Otras más cuentan que en realidad es un directivo que llevó por más de seis años el timón de Reactor 105.7 –una de las estaciones más importantes de la Ciudad de México en materia de rock– y que es cocreador de Discos Manicomio, subsello de Polygram, que firmó a bandas como Control Machete, La Gusana Ciega, Los Estrambóticos y La Flor de Lingo, camada que algunos llaman la segunda generación más importante del rock mexicano.

Es Marcello Lara (1970), quien ahora despacha como A&R de Warner Music y luce bastante tranquilo y contento.

–Has decidido quién firma para grabar un disco o qué suena en la radio, ¿te consideras un hombre con poder? –le pregunto. Él vira un poco la cabeza sobre su hombro izquierdo y me mira fijamente de reojo.

–Siempre hemos tenido la necesidad de hacer otras cosas, porque nos gusta la música y trabajar con ella. Ninguno de los tres hemos dicho que vamos a aportar algo para los demás, simplemente nos dejamos ir. Entre Camilo y yo hemos recorrido todas las disqueras que hay en México. No puedes firmar todo, yo tuve que responder muchas acusaciones y resentimientos, más que nada estando en Reactor porque, según mucha gente, favorecíamos a algunos sectores.

Marcello no quería trabajar en una discográfica firmando bandas, por lo menos no era su objetivo. Él comenzó su sueño roquero con un grupo que vivió anécdotas «dignas de una película surrealista» y, antes, con una banda que formó, cuando estaba en la secundaria, junto con Chá! (que estaría en Fobia y junto con el mismo Marcello en Moderatto) e Iván Morales.

Pero los factores para que Lara comenzara a trabajar como promotor en su primera disquera fueron muchos, entre ellos, el asesinato del candidato presidencial Luis Donaldo Colosio.

Ese día Marcello tenía todo listo para hacer una presentación a lo grande con su banda, Temporada de Patos, que había formado junto a Jacobo Liberman (ex Santa Sabina). Ante la falta de promoción y sitios interesantes para este «combo muy avant-garde, de música muy pretenciosa, medio horrenda», los integrantes rentaron el Salón México, un lugar emblemático en la Ciudad de México que era propiedad de la actriz María Rojo. En esta aventura cada uno de ellos invirtió todos sus ahorros, incluso los de Camilo, quien en ese entonces era el mánager de la banda. La banda de Leoncio Lara: bon y los enemigos del Silencio, que integraban él mismo, Alejandro Giacomán y balú.

Estaban afinando los últimos de detalles para su showcase especial para disqueras cuando, un día antes de la tocada, Colosio recibió dos disparos en Lomas Taurinas, Tijuana. Al día siguiente hubo ley seca en todo el país por varios días, cerraron todos los antros y el Salón México también… Se había perdido la tocada.

Bon le ofreció entonces trabajo como promotor de la disquera Espartacus, compañía dedicada sólo a la distribución de música clásica pero que había aceptado trabajar con los Enemigos del Silencio. Fue un paso breve, pero Marcello lo inició con el pie derecho gracias a que Camilo ya trabajaba en EMI como promotor y le pasó su agenda de contactos, además de contarle cómo era la jugada.

De ahí Lara saltó a BMG y luego a Sony, donde conoció al argentino Robbie Lear. A ambos los echaron de la disquera por grillas internas, pero no cejaron y crearon Discos Manicomio, compañía de grandes proyectos que parecía perdurarían por siempre.

Una de sus primeras grandes apuestas, a pesar de sus dudas iniciales, fue Control Machete, que irrumpió en la escena con un hip-hop que, si bien ya lo habían experimentado bandas como los Mexican Jumping Frijoles en 1993, los regios lo hicieron popular. Y exitoso.

Marcello se especializaba cada vez más como descubridor de nuevos talentos y se hacía de una piel más gruesa, pues lidiar con los artistas no es sencillo.

«Hace poco pude ir a la exposición del museo MODO sobre la historia del rock mexicano y me sorprendí mucho porque desde la sala de mediados de los 80 a hoy, es como un archivo personal de Camilo, mío y de Chá. Queramos o no, lo hayamos hecho bien o no, nos odien o no, estamos muy presentes desde los 80 hasta hoy».

En su carrera en discográficas, Marcello se ha enfrentado a cualquier tipo de reacciones. Como cuando Los Estrambóticos llegaron a la disquera para que los firmaran; llevaban un muñeco vudú pelirrojo que, en plan de broma, representaba al argentino Robbie Lear, quien al día siguiente se cayó y se fracturó la clavícula, después de verlos por cuarta vez y no firmarlos. «Fue muy escalofriante».

Marcello llegó a tener encuentros profesionales con sus hermanos, como cuando le ganó a Camilo la firma del grupo Zurdok. Hoy, este tipo cuyos amigos describen como sumamente inteligente y ecuánime, y cuyos hermanos aplauden con orgullo, sigue su camino en busca de la hamburguesa perfecta y puede hacer gritar a cientos de chicas cuando se presenta con Moderatto.