Al parecer no queda
de otra más que resignarnos a escuchar a nuestras bandas favoritas ayudando a
cualquier marca corporativa a promocionar su último producto. Es imposible
contabilizar las bandas que por alguna razón permitieron que su música fuera
utilizada para vender coches, zapatos, estudios clínicos, seguros médicos, etc.
Ya son demasiadas. Incluso existen músicos que permiten que su imagen se asocie
con artículos irracionalmente caros, como Keith Richards dándole chance a los
de Louis Vuitton.

Por supuesto que
siempre habrán las honrosas excepciones que no dejen que eso pase. Los artistas
que defenderán el propósito de su música hasta la última instancia. Es el caso
de Tom Waits, que le ha ganado juicios a Audi por imitar su voz y a los de
Doritos, que utilizaron una pieza suya en el ´93
y Waits les sacó $2.5 millones
de dólares.

Al principio era
automática la respuesta de indignación y desapruebo al escuchar una canción en
un anuncio, después de todo, el rock también es un adoctrinamiento y por muchos
años se nos ha dicho que no puede existir junto a las corporaciones. Pero
ahora, entendiéndolo como el sustituto que podría ocupar la posición de
descubrimiento que siempre ha tenido la radio, los anuncios publicitarios
resultan ser un medio por el cuál la gente descubre música.

Además, tratando de
ser comprensivos, los copies de
las agencias de publicidad que andan pensando como vender más, también escuchan
música, y la misma que todos los demás. Y finalmente, puede ser que gracias a
los honorarios que alguna banda reciba por permitir que su música suene en
lugares "contradictorios," puedan alargar más la gira o meterle un poquito más
de producción a su lanzamiento.

La publicidad resulta ser un buen ingreso
para los artistas y, además, la música siempre hablará por sí sola. Dylan
siempre será Dylan o The Jam siempre seguirá siendo The Jam, no importa que su
música se use para vender Cadillacs.

Denle al siguiente, hay unos buenos ejemplos de comerciales con rolas chidas: