Por Leonora Milán, enviada espacial.

Todos sabíamos, en el fondo de nuestros corazones, que un festival cuyo cartel parecía haber sido seleccionado poniendo los nombres de todas las bandas de los últimos diez años en una tómbola y sacando 50 nombres al azar no iba a terminar bien.

Sospechábamos, y con razón, que un evento tan ambicioso organizado por un antrero-raver primerizo en el área del festival no iba a darnos más que dolores de cabeza. Pero, como dicta la sabiduría popular y como tiende a ocurrir, la curiosidad mató al gato. Y fuimos. Y vimos. Pero no salimos victoriosos.