Thom Yorke es a la música, como René Magritte es a la pintura: es, simplemente, el mejor en lo que hace. Así lo demostró anoche durante la presentación de Atoms for Peace en el Pepsi Center del WTC.

A pesar de la lluvia y el caos vial típico de la ciudad, los fans lograron abrirse paso para lograr llegar a la cita. Y es que los seguidores de Yorke no se pueden dar el lujo de perderse un sólo minuto de su actuación porque cada momento es decisivo.

La espera fue larga, el acto previo a Atoms pasó desapercibido, a pesar de contar con grandes visuales e hipnóticos ritmos. Debe ser difícil ser teloneros de una banda así. En fin, cuando las luces se apagaron, el Pepsi Center en su totalidad escudriñó todo lo que sucedía en el escenario. No recuerdo la última vez que una banda provocaba tal atención del público. Fue impresionante.

Sonaron los primeros acordes, las luces parecían tímidas y cada uno de los miembros de Atoms for Peace ocupaba su lugar. En el instante mismo en que Thom Yorke entonó la primera letra, el público ovacionó con todas sus fuerzas.

El repertorio de la banda no dio lugar a reclamos de ningún tipo: ‘Before Your Very Eyes’, ‘Default’, ‘Ingenue’, ‘Stuck Together Pieces‘ justificaron la visita de la banda a nuestra ciudad, promocionando AMOK, el disco debut de la banda. Sin embargo, piezas como ‘Black Swan’, ‘Harrowdown Hill’ y la gran ‘Rabbit in Your Headlights’ hicieron que el show se convirtiera en un suceso impresionante. En ningún momento hubo lugar para distracciones, o titubeos.

Ver a Thom Yorke compartir escenario con Flea y Nigel Godrich es, en sí, un espectáculo impresionante. Mientras Flea brinca, corre y baila como suele hacerlo, Thom Yorke entra en una especie de trance catártico. Es con Atoms donde pierde por completo la rigidez que lo caracteriza en Radiohead, deja a un lado toda inhibición, baila (y el público lo festeja), brinca, cierra los ojos y disfruta el viaje.

Se puede sentir que la interacción entre los músicos es totalmente armoniosa. No existe ningún tipo de roce o lucha de egos. Todos brillan por igual. Flea es una total bestia en el bajo, pero eso ya lo sabíamos. Nigel Godrich, aunque más tímido, logra crear una atmósfera que cobija cada nota. Thom, por su parte, encabeza el proyecto y, no existe mejor líder musical que él.

El espectáculo visual es otro de los elementos a destacar. Las luces empiezan iluminando el escenario de forma más bien tímida, sin embargo, cuando la energía sube, explotan toda su complejidad y, entonces sí, complementan de la mejor forma la música de Atoms for Peace.

En la industria musical contemporánea desfilan miles y miles de nombres que acuñan sus proyectos, algunos logran el éxito, otros quedan en el olvido. Hay quienes hacen música y otros -muy pocos- hacen arte. Thom Yorke es parte de la segunda categoría.