Algo muy deprimente ocurre cada vez que escuchas “Souvenir” y “So In Love” en estaciones de catálogo como Mix. Es como si a diario cargaras en tu cartera una mala fotografía de tu adolescencia en los 80: hombreras, copete y cuerpo desproporcionado. Así, canciones portentosas como “Enola Gay” o “Electricity” han perdido el encanto: se han convertido en unos jeans deslavados que nomás no queremos dejar de usar. Pero hay música que debemos olvidar y dejar ir, para luego reencontrársela con gusto, como una imagen en una caja de recuerdos.

Andy McCluskey y Paul Humphreys –Orchestral Manoeuvres in the Dark– lo supieron hacer correctamente, y cuando reconocieron que sus años mozos ya habían expirado, pusieron el proyecto en pausa entre 1996 y 2006. En México tuvimos el gusto de redescubrirlos en el Corona Capital de 2011, y en 2013 dieron un inolvidable concierto en el Metropólitan en el cual pusieron a bailar al público cual antro sudoroso de los 80, con una fila interminable de éxitos –”If You Leave”, “Secret” y “Joan of Arc”, por nombrar unos pocos– y un Andy vestido de camisa blanca de manga larga con chaleco negro, haciendo gala de pasos de baile que ni Emmanuel, Mijares y Luis Miguel habrían logrado en su prime, y eso que Andy ya le está pegando a sus medianos 50.

En 2013, OMD regresó con su duodécimo álbum English Electric, con un comentario hacia un futuro posible de energías renovables. Ahora vuelven con una decimotercera placa, The Punishment of Luxury, y canciones aún más utopistas que hablan sobre nuestra notoria codependencia hacia los teléfonos y electrodomésticos inteligentes. Pero, ¿a quién le importa el discurso futurista de OMD, si lo único que buscamos es refugiarnos en el pasado, no obstante aquellos looks nefastos de hombreras, copetes y cuerpos desproporcionados?

Pepsi Center, Dakota s/n, Nápoles, mié 2 agosto, 21 h, $665-$1,413