¿Quién dices que la cantaba?
Microchips era otro adefesio infantil ochentero, época mágica en la que la gente creía que ver a chavitos haciendo el ridículo era súper redituable. En este caso, Jay de la Cueva (sí, el que ahora se encarga de destrozar tanto canciones de los ochenta como el concepto del rock con Moderatto) era el flamante vocalista de una banda de chavitos que jugaba a tocar instrumentos con letras estúpidas.

¿Por qué es tan mala?
Por varias razones. Primero, es una oda a la artificialidad del mundo, que se encarga de ponernos a todos un número. Esto queda claro cuando la rola dice: “un millón trescientos veinticuatro mil que van vestidos como tú, pero no son como tú, eso piensas siempre tú, o tal vez sí”. Tómala, Platón. Segundo, los chavitos cantan y bailan a la vez. ¡A la vez! Y tercero… ¿ya mencionamos que tocaba ahí Jay de la Cueva?

¿Cuál es la peor parte?
Cuando, en el coro, se empeñan en confundir aún más a una generación de chavillos que de por sí son malos para las matemáticas. La rola dice: “tres por cinco, veinticinco, tres por tres, treinta y tres, dos por ocho, veintiocho”, etcétera.