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Presentaron su segundo disco, Río Salvaje

Little Jesus en el Plaza Condesa

Entre OVNIs y magia Hugo Juárez Entre OVNIs y magia
13 de agosto de 2016
Por  Hugo Alberto Juárez   @poketronik

Es difícil definir el estilo de Little Jesus. Y la razón de ello va más allá del simple “es que apenas tienen dos discos y 4 años de carrera”. Puede que sea la mezcla de sus influencias y sus ritmos lo que dificulte la cuestión.

Pero nadie pensaba en eso (tal vez sólo yo) ayer, cuando sus fans sentían cada nota durante la presentación de su segundo álbum, Río Salvaje, en El Plaza Condesa.  A eso de las 9:40 por fin se aparecieron en un escenario que les quedó chico, porque a pesar de la sobriedad de su escenografía (luces neón, un platillo volador y unos rayos que no se supo si dejaron a la banda en este planeta o se los estaba llevando), supieron llenarlo con su presencia y, por si fuera poco, la de algunos otros artistas invitados que de pronto rompían con el ritmo del show, pero por otro lado lo complementaban.

Comenzaron con la rola que abre su Río Salvaje, Nuevos Amigos, un título que vino toda la noche al caso porque los integrantes de la banda se la pasaron agradeciendo a sus “amigos” (se referían a sus fans, no creas que nada más había puro acarreado) por su presencia en esta noche, histórica para ellos. “Qué bueno que vinieron, gracias”, repetía y repetía Santiago, el vocalista.

  • Foto: Hugo Juárez
  • El inicio se antojaba tranquilo y pensé que iban a tocar el disco en orden, pero no quisieron perder tiempo: en un instante el ambiente prendió y siguieron con Mala Onda (uno de los tracks más memorables del “Río”) en medio de una fiesta con mucha luz y hasta papelitos voladores.

    De entrada pareció que habían “quemado sus cartuchos” demasiado pronto, pero en realidad se trató de un inicio muy poco convencional (como su estilo), una antesala de lo que venía y prueba de la seguridad que tenían de que iban a poder sostener el concierto. Y ¿cómo no iba a ser así? Si “apenas” tienen dos discos…

    Por ende fue éxito tras éxito, todos coreados por el público. Alternaron entre rolas del primer disco y del nuevo: Mal, Nuevo México, Golden Choice, Químicos…

    Hubo tiempo para bailar, para arrimar a la pareja, para reírse de sus estúpidos pasos de baile a-la-Flans, para aplicar el paso guapachoso, para jugar con una pelota (¿huevo?) gigante, para tomarse selfies y hasta para sentir un poco húmedos de nostalgia los ojos. Como en toda buena fiesta, donde pasa de todo.

    Se dieron tiempo hasta de tener cambios de vestuario, cada uno representando una etapa de su, por ahora corta, pero prometedora carrera.

    Sin embargo, uno de los retos de tener rolas tan diversas es que tienes que saber armar un setlist adecuado para tus conciertos, y a ellos les falta ese colmillo porque el ritmo de la noche fue muy irregular, con pausas fuera de lugar, transiciones entre las bandas invitadas y ellos, etc. La fórmula les resultó en este show porque fueron puros fans, pero en el largo camino que les queda, tienen que pulirlo.

  • Foto: Hugo Juárez
  • Lo que aún tienen, y nunca deberían perder, es humildad, entrega, ganas de pasarla bien, frescura y pachanga. Y no se lo toman tan en serio.

    A lo largo de las horas, ritmos electrónicos y sintetizadores retro se mezclaron con ritmos norteñosos y solos de guitarra que ya quisiéramos para sorprender un domingo. No había tiempo para entender ni los ritmos ni las letras, lo importante fue dejarse llevar por cada rola.

    Justo cuando habíamos entrado a una profundidad un poco arítmica, comenzó a levantar el ambiente otra vez, como en el inicio: sonó La Magia y pasó ídem, nadie dejó de cantar y, casi estoy seguro de que el 90% de los que asistimos nos quedamos con los oídos pegajosos por la melosidad de su “yo las canciones y tú la magia”. Y cómo no, si la frase aplica para todo.

    Después de cantarle las mañanitas a Santiago, sonaron Pesadilla, Berlín y el gran cierre, Azul, que cerró el círculo de la misma forma que inició con Mala Onda: luces y papelitos, pero ahora con un extra, porque el escenario se convirtió en una fiesta donde todos los músicos que colaboran con Little Jesus fueron invitados. El escenario les quedó todavía más chico.

  • Foto: Hugo Juárez
  • Es difícil definir el estilo de Little Jesus. Posiblemente ni ellos puedan hacerlo. Lo que es un hecho es que tienen. Y sí, como estos chilangos se han puesto de meta ante ‘el respetable’, es inevitable decir un “órale, qué chido” al escucharlos. La diferencia de oírlos en vivo es que ese “órale, qué chido” es todo menos efímero.

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