Yo iba bien preparado. Una chamarra larga y medio impermeable, y unas botas casi hasta la rodilla como las que usarías para darle una buena lavadita al coche. No iba a permitir que la lluvia o el lodo arruinaran mi festival. Y es que tenía referencias peligrosas. El año pasado, en Instagram o Twitter vi más de una foto en la que los pies del damnificado, aparecían completamente cubiertos en fango, dejando sus tenis tan dañados, que realmente daban lástima. Yo no iba a darme el lujo de ir desprevenido. Quería disfrutar del Ceremonia 2014.

Para mí, el día empezó temprano. Llegamos más o menos a las 11 de la mañana para instalar algunas cositas y que todo estuviera listo para el momento en que el festival comenzara. El ajetreo era nomás de los organizadores, porque la gente todavía esperaba afuera o ni siquiera había hecho el viaje. La neta es que sí es una decisión importante, no es como en otros festivales que tienes que manejar y encontrar lugar por el Palacio o el Foro Sol, o de plano irte en Metro, con el perpetuo temor de ya no alcanzarlo más. En esta ocasión, la cita fue en el Centro Dinámico Pegaso, ubicado en el km 52 de la carretera a Toluca.

El cielo parecía misericordioso. Había nubes, pero más que amenazantes, servían para tapar el sol. Por lo menos por unas horas, Tláloc nos iba a dar chance. Ya que habíamos llegado bien temprano, mis acompañantes y yo decidimos dar un rol por lo que ofrecía el festival. El área de Footrucks empezaba a lucir tentadora, ya que la tripa empezaba a rugir, y la neta, la oferta era buenísima. Desde las tradicionales enchiladas, hasta unos kebabs generosamente retacados de contenido cárnico. En cuanto al merchandising, el Ceremonia también cumplía. Stands con playeras, sudaderas, vestidos, botas, discos, lentes y demás accesorios que, además, eran propuestas de diseñadores mexicanos e internacionales, como la mercancía de Odd Future, colectivo en el que Tyler, the Creator colabora.

Asimismo, el Ceremonia invitaba a checar otras propuestas, como una carpita a la que le pusieron Rosswell y en la que se proyectaban películas emblemáticas del género OVNI, o un pequeño invernadero que parecía un Palacio de los Deportes chiquito y hecho de plástico, en el que se encontraban algunos puffs y sillones para descansar rodeado de naturaleza.

De repente, el festival estaba por arrancar. Era momento de trasladarse al escenario para ver a la primera propuesta mexicana empezar con la música. Hawaiian Gremlins salieron con sus guitarras jangle, visuales en donde Morrissey hacía ademanes y con Santiago Mijares de la Big Big Love como invitado de lujo en la batería. La gente empezaba a aglomerarse para ver a los chilangos y, en general lo hicieron muy bien. Son uno de los proyectos emergentes con más proyección últimamente y demostraron que un festival así, les sienta bien.

Ahora a correr para ver a otros mexicanos. Clubz son de Monterrey y mezclan de buena manera el synthpop, con el kraut y hasta el shoegaze. Sólo son dos integrantes, pero es más que suficiente. Combinados en su vestimenta, bien acoplados y ya con rolas que la gente reconoce y agradece, la propuesta de Clubz fue también recibida con agrado, pues además del repertorio de su EP debut Texturas, también nos adelantaron un poco de lo que vendrá en su siguiente entrega. Tuve la oportunidad de platicar con Orlando y Coco, los dos Clubz, y me contaron que para su nuevo material tienen la intención de que el bajo esté mucho más presente, y dejar de un lado las guitarras shoegazeras que imprimieron en su primer trabajo, para experimentar con nuevos ritmos.

Después, anduve medio ajetreado con labores, y no pude ver las presentaciones completas, pero sí me di una vuelta a ver a Suuns, quien desde Montreal vino para presentar un poco de su psicodelia/indie/kraut, un género que se entiende mucho mejor en vivo y no expresado en un papel. También platiqué un poco con él, y dijo que se dio una vuelta por la Roma para probar los manjares que ofrece la ciudad, y que quedó encantado de nuestra cocina. No lo culpo.

Unknown Mortal Orchestra era uno de los actos que más me emocionaba y, sin embargo, no sé si era por la hora o el mood, su presentación no me dejó del todo satisfecho. Sonaban bien, pero como espectáculo dejaron mucho que desear. Creo que era más entretenido ver a los drones que volaban encima del público y aventaban frituras y discos de Doritos. En fin, tuve que ir a hacer una transmisión y ya no regresaría a los escenarios hasta Zurdok.

Y qué bueno que lo hice. La verdad me gustan mucho y tienen varias rolas que ya son clásicas en el rock en español. Chetes me dijo que cuando se reunieron, medio le sorprendió lo acoplados que sonaban y que lo que más les emociona en vivo, es tocar las nuevas canciones, pues no quieren vivir de las viejas glorias y para conectar con un nuevo público es necesario crear nueva música. Zurdok sonó chido, escogiendo un setlist dirigido a los fans, pero también complaciendo con los trancazos de siempre. “Tropecé” fue el perfecto cierre de su presentación.

La noche ya se veía venir y los asistentes comenzaban a estar en condiciones más deplorables, o más chidas, depende del enfoque. Ya había sido todo un día de moverse, de ingerir alimentos y chelas y las caras empezaban a delatar tanto cansancio, como un estado alterado de la conciencia. Ya todos eran amigos de todos y eso se puso chido. El ambiente ideal para recibir el hip hop avant-garde que trae Flying Lotus. Uno de los artistas más esperados de la noche no decepcionó, pues ya todos andaban en un trance del que sólo la lluvia podría despertar, y sus visuales 3D transportaron hasta arriba a más de uno.

Para mí, llegó el momento de partir. Entre empujones, una lluvia que comenzaba a hacer presencia y mis amigos perdidos, encontré transporte hasta el DF y luego me quedé dormido. Había sido un buen festival, con buenas propuestas y buenas experiencias. Habrá que esperar al otro año para sacar botas e impermeables, que seguro también se va a poner bueno.

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