Es una de las artistas mejor posicionadas a nivel nacional y una de las mexicanas ícono en el plano internacional. De talento innegable y estilo bien definido, Natalia Lafourcade ha figurado en primer plano en la escena musical de habla hispana desde hace años. La vimos juguetear con sus canciones tempranas, crecer, evolucionar, descubrirse y consolidarse; alcanzar distintos picos en su carrera y firmar logros que muchos desearían conquistar. Con su quinta entrega de larga duración y la trayectoria que le avala, el reto de hacer una fecha en el Auditorio Nacional era inaplazable. Así llegaría para el mes de noviembre, en el marco de la gira promocional de Hasta la raíz, álbum de 2015 que tardó casi tres años —entre composición, grabación y producción— en ver la luz.

El congestionamiento vehicular de esa noche nos anticipaba. Desde casi una hora previo a que comenzara el show se escuchaba a auxiliares de tránsito, a una distancia notable del Auditorio, dar indicación de que los estacionamientos del lugar estaban saturados. Más adelante, todavía a varios metros antes de siquiera llegar a las emblemáticas escalinatas del Coloso de Reforma, el ambiente comenzaba a dibujarse con todos los comerciantes de mercancía alusiva a la noche. Los revendedores también hicieron lo suyo, anunciando el boletaje disponible que se elevaba a 3 mil pesos.

El vestíbulo del lugar estaba lleno, tomando en cuenta la hora. Se veía en general a un público adulto joven; grupos de amigas, parejas uniformadas en playeras similares, chicos tomados de la mano, y algunos acompañados de sus papás. Ocho de la noche y las filas ya se hacían esperar afuera de las puertas de acceso a las butacas.

No fue poco el tiempo dispuesto para que el público ingresara y los fans ya estaban ansiosos. El motivo no era para menos, además de que, por la relevancia del evento, hubo una gran cantidad de público proveniente de distintos puntos del país y estaban allí, listos para atender la cita.

Cerca de las nueve de la noche, media hora después de la estipulada en los tickets y ya con casi la totalidad de asientos ocupados, sabíamos que era cuestión de tiempo que las luces se apagaran para dar inicio a la noche. “Güey, vamos a chillar seguro. ¿No traes unos kleenex?” se escuchaba en un asiento cercano; la emoción era real.

De un momento a otro se hace el obscuro, un reflector único en el escenario y Natalia en escena, devorada por los estridentes gritos que se escuchaban desde el público. Pantalón estilo pata de elefante con pretina alta y un refinado chal con flores en terciopelo, cabello rizado y labios carmín, ella, radiante y con una sonrisa de gozo total, saludó entusiasmada y dio inicio a la presentación con una reversión a capella de “Cucurrucucú paloma”, con nada más que su ukelele.

Al terminar se escucharon golpes de percusiones que marcaban el comienzo de “Vámonos Negrito”, ya con su banda en escena. El acomodo de los músicos se dispuso de tal manera que formaran una media luna que rodeara a Natalia; detrás de ellos, una serie de columnas luminiscentes que arrojaban destellos en distintos colores. Lafourcade volvió a regalar unas palabras y confesó el honor que era para ella estar allí. Siguió con “Antes de huir” y, el sencillo estrella, “Hasta la raíz”, canción que introdujo con un breve “Que vivan las raíces, los orígenes; ¡que viva México!”.

Las voces de los admiradores no habían dejado de escucharse hasta entonces, ya fuera coreando las melodías, con vítores o con los recurrentes “¡Te amo, Natalia!” que emanaban de algún punto de la oscuridad total de los asientos. La expresión del rostro de ella lo decía todo: las expectativas más altas que pudiera tener, y aún sabiendo del cariño que le profesan sus seguidores, se quedaban cortas con el recibimiento que los ahí presentes le ofrendaron.

Llegó el momento de “Lo que construimos”, otro de los sencillos desprendidos del disco, mismo que se ejecutó con un arreglo poco menos melancólico que la versión original y para el que se proyectó el video oficial, cuya dirección corrió a cargo del cineasta Alonso Ruizpalacios, realizador de la cinta Güeros. En un espacio poco más alejado dentro del escenario se dispuso un piano, allí, Natalia tomó posición para ejecutar “Palomas blancas”, comentando que al momento de escribirla se sentía inspirada por la belleza de México y por sus símbolos. Mientras cantaba, en el público se veían algunos globos de color blanco alumbrados con pequeñas linternas. Al terminar: “Yo sé que ahora ya casi no tenemos encendedores, pero casi todos tenemos celulares, así que les pido que me acompañen con sus lamparitas”, pidió ella, y el obscuro del público se reemplazó con una multitud de luminosidades blancas, cientos de luciérnagas que acompañaron los acordes de “Para qué sufrir”.

Los músicos salieron por un momento y la cantante dio la bienvenida a sus únicos invitados de la noche, comentando que los conoció en un viaje a su natal Veracruz y estableció una particular empatía con su proyecto. Los Cojolites —siete músicos y una bailarina— tomaron lugar en el primer plano del escenario para acompañarla en una versión de “Derecho de nacimiento”, canción del 2012 que Natalia compuso con ayuda de sus fans y que nació en apoyo al movimiento #YoSoy132. Los invitados interpretaron también “Sembrando flores”, un son de su autoría, pieza para la que Natalia se unió en canto y baile, conectándose así con sus propias raíces.

Despidió a los invitados con cálida gratitud, se quitó el accesorio que portaba para dejar a la vista un sutil top de escote en V, y continuar con lo suyo. Marian Ruzzi, talentosa multinstrumentista que conocemos por acompañar actos de Julieta Venegas, Torreblanca y Javiera Mena, y gran amiga de Lafourcade, se unió como parte del ensamble para “Ya no te puedo querer y para “Nunca es suficiente, uno de los temas más celebrados.

Ya se percibía que entrábamos a la segunda mitad del show y, encarrerados, Natalia nos llevó de regreso a distintas facetas de su carrera: dedicó “Mujer divina” a todas quienes allí se encontraban —“en especial a mi madre y mi abuelita que por aquí andan”—; brindó unas palabras para señalar la relevancia de Agustín Lara en su vida personal y profesional para luego ejecutar en el piano “Amor, amor de mis amores”; siguió con una interpretación de “Amarte duele” que terminó fundiéndose con el inicio de “Casa”; nos regaló una gozosa versión de “O Pato” y culminó el formidable bloque con “En el 2000.

Las doce canciones que componen el álbum de estudio de Hasta la raíz, la selección final, dejaron fuera algunas otras piezas inéditas que sólo se incluyen en la versión de lujo en vinilo, una de éstas es “Me voy de casa”, que compuso inspirándose en sus amigos músicos —e incluso en ella misma—, por cada vez que debían alejarse de sus hogares en busca de alcanzar sus sueños.

“Te quiero ver”, nuevamente con Ruzzi en el ensamble, dentro de ese abanico de músicos en constante rotación, y “Mi lugar favorito”, pusieron de pie a gran parte del público. “Limosna”, que en su versión de estudio fue grabada con Meme (Café Tacvba), uno de los amigos más cercanos a la intérprete, dejó arriba los ánimos para seguir con “Aventurera”, pieza para la que Natalia subió a algunos de sus fans al escenario. Cabe señalar, con un dejo de molestia de los fans más auténticos, que algunos de esos elegidos —la mayoría de ellos menores de 20 años de edad—, que tuvieron el momento de sus vidas al estar junto a su cantante favorita en uno de los escenarios más importantes del país, lo desperdiciaron buscando que el rostro de Natalia figurara en las cámaras frontales de sus dispositivos, fueran teléfonos celulares… O MONUMENTALES IPADS. Incluso fue perceptible la molestia en la misma cantante, quien en cierto momento se alejó de los fans para acercarse más a sus músicos. Too much selfie, but that’s none of our business.

Los afortunados se reincorporaron a las butacas, aunque el proscenio continuó repleto de fans que levantaban las manos en espera de alguna respuesta de la artista; algunos otros le alcanzaron regalos o flores. “Ella es bonita” nos puso a cantar de nuevo y extendió un espacio dentro del cual Natalia presentó uno a uno a sus músicos y, al final, su guitarrista y mano derecha, devolvió el gesto pidiendo un aplauso para ella, su jefa, amiga y motivo de la congregación. El estallido de gritos y aplausos fue incomparable, tanto que Natalia tuvo que tomarse varios segundos para recibirlos con notable expresión de agradecimiento y lágrimas de emoción.

Para entonces eran casi las 11 de la noche, Natalia y sus músicos se retiraron del escenario por varios minutos aunque con cierto guiño manifiesto de que volverían, y así fue. Regresaron para interpretar “Partir de mí”, tema incluido en la versión deluxe de Hasta la raíz, compuesta a partir de la inspiración que encontró cuando dos de sus amigos se encontraban próximos al nacimiento de su hija. “Estoy lista”, ejecutada en el piano al igual que su subsecuente “No más llorar, abrieron un breve intervalo en el que Lafourcade reiteró las gracias a la entrega de sus admiradores. Finalmente “Azul”, en el arreglo acostumbrado en vivo, dio por concluido el set. Minutos después, Natalia, sus músicos y algunos invitados se acercaron al borde del escenario a regalar flores al público, mientras en las pantallas se proyectaba una imagen de ella en blanco y negro, simulando acabados de un fotograma antiguo, en el que se incluían los nombres de cada persona involucrada en el show.

Natalia Lafourcade es una copartícipe sumamente activa, ya sea al volverse cómplice de algún músico o banda, o de ella invitar a diferentes colaboradores a trabajar juntos —para muestra, Mujer Divina, albúm que no habría sido posible sin esta complicidad—. Acaso una de las particularidades de esta presentación era justamente la expectativa de saber quiénes acompañarían a la veracruzana en su gran noche. No fue así. Sin embargo, vimos a una artista completa, afianzada, que recoge los frutos de lo que por años ha trabajado.

Al principio comentó que de adolescente se escapaba con su mejor amiga para ver conciertos en el Auditorio Nacional, ahora, ella estuvo del otro lado y seguramente lo mismo que ella sintió en aquellos años, lo sintieron los miles de fans que asistieron a su primer gran concierto en este recinto.

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