Parece costumbre que, en cada generación de artistas prominentes, surjan nuevas figuras acusadas de hablarse de tú con el chamuco. Las estrellas que han sido señaladas por periodistas, investigadores y varios amantes de las teorías de la conspiración, son las que invaden estaciones de radio y canales musicales con hits pegajosos como Lady Gaga, Beyonce, Katy Perry y —por tercera década consecutiva— la todavía reina del pop, Madonna.

¿Qué argumentos utilizan sus inquisidores para acusarlas de poco menos que brujas? Según los que saben —o dicen saber de estas cosas— todas nuestras estrellas del pop sirven a una orden ocultista de la que muchos ya hemos escuchado hablar en películas, programas de televisión y libros, conocida como La Orden de los Illuminati. Sí, los mismos que desde hace año sueñan con dominar el mundo y quienes controlan las carreras de estas cantantes para que, a través de su música y videoclips, envíen mensajes ocultos a sus desprotegidos fanáticos adolescentes.

Pruebas de un supuesto servilismo y adoración por lo oculto tenemos de sobra. Casualmente, todas han sentido atracción por la más oscura simbología egipcia que está íntimamente ligada a los Illuminati.

Katy Perry en el videoclip de su rola Dark Horsereprodujo a una emperatriz egipcia y en su presentación en los Grammy 2014, donde para los ojos de muchos, como el analista de medios Mark Dice, realizó todo un ritual de brujería.

Madonna específicamente en la presentación del medio tiempo del Superbowl 46 —se dijo— recreó todo un ritual ocultista con simbología masónica, elementos esotéricos egipcios, e incluso, representó a Baphomet, la máxima deidad Illuminati.

Lady Gaga a través de videos como Poker Face o Bad Romance recreó“El ojo que todo lo ve” o “El ojo de Horus”, uno de los máximos estandartes Illuminati, que simboliza la presencia de esta sociedad secreta en nuestro mundo.

Beyonce en presentaciones en vivo insiste en hacer triángulos con las manos, a modo de veneración a esta sociedad secreta como en la portada del álbum I am… Sasha Fierce, donde algunos vieron un pentagrama dibujado en su torso que representa, una vez más, la cabeza de la deidad Baphomet.

Cruz, cruz, que se vaya el diablo y que venga Jesús.

Hay que admitirlo, muchas de las acusaciones hacia estas cantantes por su gusto por lo oculto suenan convincentes, pero ¿y si todo se trata de simples figuraciones y en realidad estamos viendo una campaña de publicidad bien orquestada?

Seamos serios, los gringos son expertos en publicitar cuanto producto generan y estas estrellas de la música son uno más que merece ser vendido con las más exigentes estrategias de mercadotecnia. Por ello, no sería descabellado pensar que, quizá, todo se trate de una afrenta a los conspiranoicos que, en su afán por desenmascarar a los servidores de satán, generan mayor publicidad a estas cantantes y con ello mayores ventas.

Sin embargo, la cosa se pone seria cuando descubrimos que algunos famosos como el esposo de Beyonce, Jay- Z, el exguitarrista de Led Zeppelin, Jimmy Page, o la ya desaparecida presentadora de televisión británica Peaches Geldof, han sido acusados de pertenecer a una secta conocida por el acrónimo O.T.O., que significa Ordo Templi Orientis, o lo que traducido al cristiano quiere decir Orden del Templo Oriental.

Esta secta, fundada a principios del siglo XX en Inglaterra por el ocultista Aleister Crowley, ha sido señalada por practicar rituales satánicos, protagonizados por sesiones de sexo sadomasoquista y el consumo de drogas como opio, cocaína y heroína.

¿Qué pruebas tienen los conspiranoicos de la participación de estas estrellas en dicha secta? En el caso de Jimmy Page la adquisición de una residencia ubicada en Escocia donde —se sabe— fue criado Aleister Crowley, líder espiritual de la secta.

Con Jay-Z han señalado que su marca de ropa Rocawear contiene diversos símbolos masónicos incluyendo el de O.T.O., lo cual sí ha hecho, pero más a manera de burla. Y en el caso de Peaches Geldof, un tatuaje con las siglas de la secta dentro de un corazón fueron su principal delator.

Ya sea por simple mercadotecnia o por formar parte de sociedades secretas con adoración por lo desconocido, lo cierto es que los gustitos de algunos famosos ya dan miedo.

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