Desde el 2005, cuándo rompió la barrera del mainstream global con la provocadora “Gasolina” del Daddy Yankee, el reggaeton se ha convertido en uno de los géneros consentidos del nuevo milenio.
Ya
sea porque representa la entrada del bloque latino a la manufactura de
música electrónica/digital o porque después de fusionarse hasta el
cansancio, ahora tiene una identidad completamente propia.

El reggaeton y su “atractivo” bailable llamado perreo (que consiste en que el hombre sienta el trasero de la chica mientras ella lo sacude para arriba y para abajo sin piedad) son proyecciones de la comunidad latina, por lo menos la que vive en el gabacho. En Miami o Nueva York principalmente. Y está sonando duro.